La confección bárbara de verdades que no son

La desaparición de María Belén Bernal es un hecho trágico. Se presume que ella fue víctima de violencia por parte de su esposo, teniente de policía, en el interior de la Escuela Superior de Policía, en Quito, donde él era instructor. En todo caso, él es el principal sospechoso de lo que allí ocurrió, se fugó y está siendo buscado, diez policías son investigados y una jueza ordenó prisión preventiva de una cadete por su posible participación en esta calamidad.

Los hechos que se conocen son pocos, inconexos, contradictorios incluso entre las versiones de la Policía y de la Fiscalía. No permiten saber lo que aconteció exactamente el domingo pasado por la noche. La verdad judicial se conocerá cuando aparezca María Belén Bernal, el teniente Germán Cáceres, la fiscalía haya hecho su trabajo y un juez haya zanjado el proceso.

No obstante, este caso ha dado lugar a todo tipo de especulaciones, suposiciones y conclusiones en redes sociales. Hay -como ya es usual- un desprecio total por los hechos y una inusitada premura encaminada a construir narrativas que calzan con el discurso de cada una de las comunidades que palpitan al ritmo de sus emociones y viven de espaldas al sentido común y a la razón. En ese espacio cabe desde el feminismo radical y el nihilismo activo, hasta el populismo político más craso.

Que no se diga que este drama -la desaparición, el posible asesinato de María Belén Bernal y su esclarecimiento- no interesa: es lo que más importa. Por eso, resulta inaudito el impresionante uso, que bajo cualquier etiqueta, se está haciendo de este caso. Muchos están más interesados en posicionar un relato que en atender la razón esencial evocada por la madre de María Belén Bernal: saber la verdad. Y esa verdad en este momento no la conoce, en forma integral y pertinente, ni siquiera la Fiscalía. Ramiro García, entrevistado por Carlos Vera, complicó racionalmente lo que tantos ven con una simpleza que pasma.

Esos militantes de las nuevas religiones, que incluyen la cancelación de todo aquello que les mortifica, ya dieron su veredicto. Si María Belén Bernal entró a una Escuela de la Policía y no hay registro de que salió es porque la Policía -toda la Policía- es cómplice de lo que pasó entre ella y el teniente Cáceres. Si él la agredió no es un acto de violencia machista y presumiblemente criminal; es la prueba de que todos los policías son agresores de mujeres, potenciales asesinos, miembros de un cuerpo armado del Estado destinado a desaparecer personas. Así nomás.

Si María Belén Bernal entró a la Escuela de la Policía y no salió no es, presumiblemente como dice la cadete, según dijo su abogado, porque Cáceres la sacó (arrastraba algo, dice que dijo) en su carro; es un crimen de Estado. Si el teniente salió en su carro, sin ser revisado -como obliga el reglamento- no es una falta cometida por policías que estaban de guardia; es la prueba de que toda la Policía es cómplice de un posible asesinato. Si hubo llamados de auxilio no atendidos (que al parecer la cadete oyó) no es porque, al parecer, ella no comunicó; es porque así es la Policía: nunca llega cuando los ciudadanos están en peligro.

Si un sargento de la Policía se las ingenio, al parecer, para burlar la guardia, no es un acto de un policía: falló el Estado. Todo el Estado. Si hasta ahora no encuentran a María Belén, desaparecida, y a su esposo, prófugo, es porque toda la Policía lo encubre. Porque, claro, sabe dónde está y no lo quiere detener. Así nomás.

Hasta una candidata a la Alcaldía de Quito equiparó este hecho, que lleva días, con los hermanos Restrepo. Y responsabilizó al ministro Patricio Carrillo de encubrir el delito. Lo dijo sin ambages. Como si tuviera pruebas. Pero en su video no hay una sola. A Carrillo le criticaron hasta por el tono de voz que usó en la entrevista en Teleamazonas. Y un viaje fuera del país para asistir al matrimonio de su hija fue presentado como una muestra concluyente de su total quemeimportismo en este caso.

Lo peor de todo esto, es ver la explotación política de todos aquellos, correístas, Leonidas Iza y sus amigos, que usan este hecho trágico para enlodar a toda la Policía. Y no vacilan en extender la crítica a aquellos que en la Shyris aplaudieron a dos mujeres policías, símbolos de esa institución en ese acto, por su labor durante la asonada de la Conaie contra Quito en junio pasado. Este operativo para desprestigiar a toda la Policía no puede ser más elocuente.

Así, sin que ni siquiera la Fiscalía haya reunido todas las piezas del rompecabezas, muchos en redes sociales, pretextando dolor e indignación, construyen relatos antojadizos guiados por sus emociones, sus prejuicios y antipatías y sus necesidades políticas. No esgrimen pruebas, no cotejan hechos, no esperan que las autoridades especializadas hagan su trabajo. La esfera pública la construyen con afectos y estados de alma: no con la razón. Con la pedagogía obstinada de la razón. (JOSE HERNANDEZ – 4 PELAGATOS)

Foto: María Belén Bernal-Redes Sociales.