El cuco de la muerte cruzada fue asesinado

Primera entrega de una serie en la cual la ficción política (lo que pudo ser o hacer Lasso) se codea con la realidad política (lo que no hará Lasso porque él cree que como están él y su gobierno, están bien).

La muerte cruzada volvió a aparecer. Como un cuco. Como el fantasma que habita en dos artículos de la Constitución. Como el espantapájaros usado por este gobierno con carácter disuasivo al comienzo, y sin mayor repercusión últimamente.

¿La muerte cruzada podría todavía ser el camino? ¿Podría contribuir a desenredar el ovillo ahora que regresan los vientos de desestabilización y que Leonidas Iza y los suyos vuelven a amenazar con más paralizaciones y violencia?

Guillermo Lasso esgrimió la muerte cruzada cuatro meses después de sentarse en Carondelet. Lo hizo en respuesta a las incesantes amenazas de golpe (legislativo y callejero) que blandieron -públicamente o mediante emisarios- correístas, socialcristianos, indígenas… semanas después de haberse posesionado. Los mensajes que el presidente recibió desde Bélgica y Ecuador fueron lacónicos: tu gobierno no pasará de diciembre. Ese ultimátum hacía parte de la factura por haber roto su acuerdo de gobierno con el correísmo y el socialcristianismo. Y por no someterse a los dictámenes de algunos dirigentes indígenas que pedían acabar con los decretos de Lenín Moreno en el tema de subsidios a los combustibles.

Lasso y algunos ministros han hecho saber, en numerosas ocasiones, que el decreto de disolución de la Asamblea está listo en el escritorio presidencial. El último de esos anuncios corrió por cuenta de Francisco Jiménez, ministro de Gobierno, quien recordó, esta semana, que el Ejecutivo puede recurrir al artículo 148 de la Constitución y hacerlo porque la Asamblea obstruye el Plan Nacional de Desarrollo. Lo dijo, en un comunicado, a raíz de la resolución firmada por 103 asambleístas, este 4 de octubre, según la cual el gobierno incumple el plan que presentó en el Consejo Nacional Electoral.

En realidad, Jiménez habla de un cuco muerto. Un cuco que él mismo se encargó de asesinar en su papel de diputado y ministro de Lasso y submarino de Correa. La doble gorra la porta a nombre de una “pacificación del país” que se ha encargado de vender al presidente, a pesar de las tentativas de golpe de estado organizadas y aupadas por el correísmo. Pacificación que implica -por lo menos- ayudar en la forma que sea a que Jorge Glas salga de la cárcel. Los pretextos sobran: que su salud, que su señora madre… Cualquier apoyo que asegure a Correa que Glas salga de la cárcel antes de quebrarse, antes de hablar…

No, muerte cruzada no habrá. A pesar de que, apenas evocada, era la salida más pragmática que tenía Lasso a la mano y Alexandra Vela, su ministra de Gobierno, la defendía. Su popularidad estaba por encima del 70% y las piezas de su relato para ir a las urnas -aunque dispersas- ya estaban en la conversación nacional: una mayoría de asambleístas dispuestos a sacarlo del poder, un movimiento indígena que amenazaba con repetir octubre-2019, una alianza con Pachakutik y la ID de la cual no podía esperar reforma alguna… En definitiva, un presidente rehén de circunstancias que solo auguraban bloqueo y caos.

Lasso no firmó el decreto de la muerte cruzada porque su equipo cercano se opuso, porque ya entonces pensaba en la economía sin la política, porque EEUU presionó en ese sentido… Y así pasaron los meses, se diluyó su popularidad, el bloqueo se incrementó y el caos anunciado se produjo (junio-2022) y sus promotores volvieron a obtener casi todo lo que pidieron en las mesas de diálogo. Y aún así siguen amenazando con repetir la dosis de violencia y terrorismo. La muerte cruzada volvió a ser, entonces, lo que siempre ha sido en la Constitución: un cuco que no asusta porque los políticos saben que el inquilino de Carondelet amenaza con darle vida y luego también se asusta.

No habrá muerte cruzada y no habrá cambios porque el presidente cree, con su equipo más cercano (Iván Correa, Francisco Jiménez, Aparicio Caicedo), que él y su gobierno como están, están bien. Y claro, aquellos que creen que no lo están, seguirán seguramente pensando en la política ficción: en lo que Lasso pudo ser o hacer si él y su equipo más cercano osaran preguntarse si de verdad como está el país les faculta a aseverar que el gobierno como está, está bien.

Mañana: segunda entrega de una serie en la cual la ficción política (lo que pudo ser o hacer Lasso) se codea con la realidad política (lo que no hará Lasso porque él cree que como están él y su gobierno, están bien). (JOSE HERNANDEZ – 4 PELAGATOS)

Foto: Presidencia de la República.