Después de dos paralizaciones que le costaron al país mas de dos mil quinientos millones de dólares y que han afectado gravemente a la economía ecuatoriana, el gobierno actual, en un ejercicio democrático sin precedentes, acordó realizar un proceso de diálogo con el sector indígena por un período de 90 días. Culminado el plazo en 10 mesas instaladas, se obtuvieron 218 acuerdos, 79 divergencias, así como la constitución de una comisión de seguimiento que permita cumplir con lo acordado.
El éxito de estos diálogos se debe a la participación y mediación de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana (CEE), que ha llevado la gestión de estas mesas con mucha seriedad y profesionalismo y que han permitido llegar a un fin bastante satisfactorio para el sector indígena por los acuerdos alcanzados.
Posiblemente, a la gran mayoría de ecuatorianos estos acuerdos y diálogos nos benefician en muy poco. Sin embargo, no es menos cierto que los indígenas son de los pocos actores sociales con organización y legitimidad propia. El resto de ciudadanos carecemos de espacios de expresión a través de los cuales podamos exponer nuestros reclamos en los diferentes ámbitos que nos aquejan como sociedad.

Estos espacios de expresión y reclamo fueron aniquilados cuando hablamos de la partidocracia. Destruimos los pocos partidos y movimientos políticos importantes que teníamos, nunca exigimos su profesionalización y democratización. Similar situación aconteció con los colegios profesionales que prácticamente han desaparecido y ni hablar de las universidades que tampoco han jugado un papel sobresaliente en el desarrollo del país.
La desidia y la indiferencia nos están matando como sociedad. Nos hemos vuelto, o tal vez siempre fuimos egoístas, materialistas, deseando el mayor éxito con el menor esfuerzo. Hoy, el sueño americano rebasó todos los límites y nos hemos transformado en máquinas y acumuladores de dinero, casas, edificios, viajes y otros.
Nos hemos olvidado de que cuando dejemos esta tierra, lo único que nos llevaremos serán los grandes momentos de alegría, todo el amor recibido, toda la experiencia de vida ganada, el amor que prodigamos y entregamos, así como los ejemplos, comprensión y la honestidad compartida. Es el momento de abandonar la desidia y la indiferencia de nuestras vidas y pasar a ser actores de nuestra suerte sin dejar todos en manos de Dios y del destino.
Dr. Paulo Jordán Morales
Abogado. Dr. Contabilidad y Auditoría. Lic. Ciencias Sociales, Políticas y Económicas.
paulojordan@outlook.esFb: Jordán&Asociados
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