Correa ya quiere patear hasta el perro

El correísmo es, indiscutiblemente, el ganador de las elecciones seccionales. Tener 9 prefecturas y unas 50 alcaldías, de algunas de las ciudades más grandes, da un idea de una organización política que trabaja sistemática y profesionalmente. Solo Leonidas Iza y sus amigos igualan la constancia en objetivos y voluntad para lograrlos. Los políticos de todas las otras tiendas, que acarician magros resultados, deberían imitarlos.  

Hechas las sumas y restas, el correísmo bordea el 30% de la ciudadanía que se expresó en las urnas. No es pelo de cochino. Tampoco lo es haber captado las alcaldías de Quito y Guayaquil. ¿Eso faculta a Rafael Correa a pedir la remoción de Guillermo Lasso? Fue lo que hizo en un trino, este lunes, en la noche, como reacción al llamado, por parte del presidente a “construir un gran acuerdo nacional”.

En realidad, Correa, siempre dominado por sus pasiones, dijo en su trino mucho más que aquello que trascendió y que se resume en querer acortar el período de Lasso: volvió a expresar su desprecio por el proceso democrático, sus plazos y formalidades. ¿Para qué esperar cuatro años cuando a él -supuesto dueño de la voluntad popular- se le antoja que con dos ya es suficiente?

No es la Constitución la que regula la convivencia entre diferentes que puede, perfectamente, expresarse en que haya un presidente de una tendencia política y un poder local que puede ser de otra u otras tendencias. François Mitterrand y Jacques Chirac llevaron las cosas mucho más lejos en Francia: cogobernaron de 1986 a 1988. Mitterrand en la presidencia y Chirac, como primer ministro, y lejos de llevar a Francia al enfrentamiento probaron la solidez institucional de la V República.

Aquí Correa no solo extrapola la dinámica seccional para tratar de imponerla como lógica predominante del sentir político nacional, sino que lo hace al amparo de su relato. Lasso, que se ha dedicado a pagar las cuentas que el país arrastra con motivo del derroche y los robos en la década de Correa, es acusado de ser “cómplice de la destrucción de la Patria”.

En un trino, el prófugo volvió a pintarse de cuerpo entero. A mostrar sus urgencias y su estrategia que estriba, desde hace meses, en presionar a Lasso a decretar la muerte cruzada. Correa (que se ve como dueño único del balón) empuja el corcho en la dirección que cree convenirle sin tener en cuenta a sus aliados. Eso explica por qué esta vez (que el reparto del poder local cambia la ecuación de fuerzas en la oposición), Pachakutik y los socialcristianos, lejos de aplaudir y amplificar la salida de Correa, han preferido matizarla.

Pachakutik, si se juzga por lo que dijo Salvador Quishpe, quiere que “Lasso dé un paso al costado”. En claro, que se vaya él y ellos sigan en la Asamblea. Y eso es posible que lo busquen en las calles, pues Iza anunció hoy que el 18 de este mes tomarán decisiones «frente a la crisis institucional». Esteban Torres del PSC, en un arrebato de rara lucidez ante la debacle del PSC, habló del debilitamiento de la derecha y la centro derecha. Ir a elecciones, dijo, daría una mayoría total al bloque de las izquierdas.
Esta reflexión no es nueva, pero hace al fin sentido en bloques parlamentarios que, divididos o no, como la Izquierda Democrática, ahora van a tomar decisiones con los ojos puestos en el mapa político que el electorado diseñó este domingo.

Así, salvo el bloque correísta, se nota un distanciamiento abierto en la Asamblea con la muerte cruzada; recurso constitucional que ese poder ya agotó. Curiosamente, le vuelven a conferir peso en manos del Ejecutivo que, ante la amenaza, podría usarlo como boya de salvación. Por una razón: tras la derrota de la consulta, hay votos; muchos votos contra esa sociedad política y contra el correísmo que hoy pretende poner de rodillas al gobierno. Esos fueron los votos que llevaron al poder a Lasso.

Él perdió la consulta, pero conserva su capacidad de representación, ahora que Jaime Nebot quedó en los márgenes de los factores determinantes de poder. Y conserva -tampoco es pelo de cochino- las riendas del poder Ejecutivo. Es verdad que el correísmo controla alrededor del 30% del electorado, pero también es cierto que tiene un techo de resistencia que Correa solo puede afianzar con sus actitudes irreprimibles de macho-alfa que se lee en sus cuentas sociales. Diatribas y amenazas contra sus críticos.

En ese electorado (que suma más del 60%) y que está presente en apoyo a la consulta popular podría incidir el presidente. Eso depende de los cambios que anunciará la semana que viene y de los resultados, se esperan inmediatos, de las acciones que emprenderá. El hecho cierto es que Correa está pretendiendo disponer en el país, como si Lasso hubiera sido declarado cadáver político. Y eso está bien lejos de ser cierto. (JOSE HERNANDEZ – 4 PELAGATOS)

Foto: TalCual/Archivo