¿Están alarmados por las imágenes de sicarios, fusil en mano, disparando en las calles de Esmeraldas? ¿Tiene 20 minutos? Si los tiene vean la entrevista que hace Fausto Yépez a William Calle, comandante de Policía de la subzona 8 de Esmeraldas. Entrevista que torna casi en monólogo y se agradece la discreción del periodista de FM Mundo.
Se entiende que el coronel fue invitado para explicar los videos dramáticos de sicarios actuando en una calle concurrida de Esmeraldas. Pero también el pánico que se desató ayer miércoles entre los comerciantes y produjo el cierre de sus almacenes apenas empezada la tarde. Un rumor falso, según el coronel Calle, que hablaba de un enfrentamiento entre bandas. Esa fue la punta del ovillo que desenredó sin parar y que ayuda, en minutos, a captar la complejidad del problema. Y la necesidad de encararlo, en forma integral, por parte de todas las instituciones y la sociedad.
El coronel Calle lleva en esa zona 20 días; pero ya ha visto atrocidades en Guayaquil y en Santo Domingo. Su relato hace pensar en un guion para un Mad Max criollo. En su zona la violencia, producida particularmente por el narcotráfico, se salió de madre: 400 muertes violentas este año; el año anterior hubo 90. Él habla de poblaciones sumidas en la miseria que viven en las riberas del río, La Guacharaca, el sector del Coral…
Barrios en casos sin agua ni luz. Sin una cancha para los chicos. Sin cámaras. Sin centros de rehabilitación para drogadictos. Ahí no va el Mies ni la empresa eléctrica ni los ministerios de Educación, Cultura y Deportes. Tampoco el Miduvi. Son lugares ignorados por la municipalidad y por el Estado. Es un terreno fértil para las bandas que regalan juguetes y electrodomésticos; que adoctrinan a los chicos, los reclutan, los obligan a tatuarse. Hay líderes de las bandas en cada barrio.
Hay lugares donde la policía no entra. Y si lo hace, para detener un sicario, se ve rodeada por mil o dos mil personas que se llevan al preso. En realidad lo protegen. Sitios donde un sicario, tras un asesinato, sale a comprar pan, con una naturalidad que agobia. No obstante, la Policía empezó a ingresar a espacios vedados hasta hoy. En esos operativos intervienen entre 100 y 200 policías.
Ese es el contexto de esa violencia que tiene a 1.500 Tiguerones en la cárcel y otros tres mil a cuatro mil en las calles. Frenar aquello -dice el coronel sin ambages- no es nada fácil. “No es una bandita; es un cartel”. Son gente que tienen fusiles, cuando la Policía solo tiene pistolas. Y sí, hay dos unidades del GOE, pero son insuficientes. Los miembros de esas bandas enfrentan a la Policía, matan policías. Disparan a los patrulleros y lo han hecho en 108 casos. Disparan incluso al carro que lleva los cadáveres. Las cosas, se comprende, se han salido de las manos. No se puede pensar en una policía comunitaria. En policías con pistolas enfrentando delincuentes armados con fusiles.
Hay que sincerarse, dice el coronel. Y lo hace: el Estado no tiene el control de la cárcel de Esmeraldas. Hace nueve meses no hacen una requisa. Los presos están armados y para ingresar a la cárcel se requerirían al menos 800 policías.
Sincerarse también es mostrar la desidia o la imposibilidad que tienen fiscales y jueces para operar en ese contexto. La Policía detuvo al padre de un líder de banda que extorsiona. El que más vacuna. Fue liberado, a pesar de la denuncia y de las evidencias. Igual ocurrió con 20 sicarios que tenían 6 ó 7 detenciones por asesinato, robo, tenencia de armas. Han incautado cerca de 400 armas; por ello no hay ningún detenido. Han cogido líderes, armas, drogas… Ingresan a los detenidos y despues de dos semanas se vuelven a topar en la calle con los mismos.
La Justicia no ayuda, dice el coronel. El alcalde tampoco. O los alcaldes. No dan apoyo. “Aquí no han puesto un clavo”. Y por ahí el coronel llega adonde muchos políticos ni siquiera asoman: “la seguridad la hacemos todos”. Y la inseguridad hay que encararla integralmente. La Policía claro, pero también la alcaldía, la prefectura, los ministerios, los jueces, los fiscales… Policía y militares, se entiende, pues no hay controles suficientes y la droga llega del norte y pasa por Mataje.
Hay que recuperar el poder del Estado, pero el Estado debe llegar a la gente. A esos adolescentes que en algún momento se preguntan si drogarse o no. Si delinquir o no hacerlo. Llegar antes que los líderes de esas bandas que tienen una estructura. Tienen gente que organiza, que recluta, que financia… Tienen un ejército de jóvenes sin futuro a su disposición.
El coronel Calle no lo dice, pero se entiende: el país cosecha la desidia, sistemáticamente administrada, durante décadas en Esmeraldas (y no solo ahí); correísmo incluido. (JOSE HERNANDEZ – 4 PELAGATOS)
Foto: La Hora.
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