Jaime Nebot resultó jubilado de golpe y porrazo. Perder Guayaquil y Guayas no estuvo nunca en sus planes. Aunque ese resultado lucía si no real, bastante probable. El líder del PSC dio muestras de inconformidad con la forma cómo Cynthia Viteri conducía la Alcaldía y se supo que la reconvino algunas veces. No era para menos: manejos indelicados del erario municipal, contratos con su marido -viejo trol del correísmo-, denuncias documentadas en la Fiscalía, ataques a la prensa que la investigaba… Y esa sensación que transmitió de vivir en un comic de Marvel, como una heroína super poderosa. De hecho, Nebot terminó siendo rehén de su propio invento, al punto de tener que preferirla porque, comparada con otros nombres, Viteri seguía mostrando los mejores porcentajes en los sondeos.
Nebot se perdió en su propio laberinto. Autosuficiente, patriarca y dueño sin remedio de su partido, nunca dio paso a otros liderazgos. Incluso, coartó a aquellos que legítimamente aspiraban a jugar su papel: Henry Cucalón y Cristina Reyes son apenas dos casos. Así, Nebot construyó un extraño caso de líder de un partido que, tras haber intentado y no haberlo logrado, renunció a competir por la presidencia de la República. Era obvio que ni su mirada ni sus anhelos, coincidían con la dinámica de su partido. Que poco a poco derivó hacia la defensa de intereses supremamente personales, distantes de la agenda, las urgencias y los grandes temas nacionales.
Nebot privilegió alianzas que lo distanciaron de su propio electorado. Primero de viejos amigos suyos que, en Guayaquil y Quito, no entendieron su acercamiento al correísmo y, luego, su entendimiento parlamentario con Leonidas Iza, un enemigo acérrimo del modelo de cual supuestamente él es un defensor. Nebot los vio alejarse sin dar señales de inquietud mayor. Y su aparato, en vez de asumir el debate de ideas que algún día, él mismo respondía, se convirtió en un equipo dedicado a arrastrar públicamente a sus críticos y detractores.
El partido que un día creyó en las ideas y peleó, como supo hacer León Febres Cordero, por un modelo económico y político, se hundió en la política más funcional y deleznable posible: la suma y resta de votos en la Asamblea. La extorsión y la alianza non sancta alrededor de figuras de Pachakutik vinculadas con la minería ilegal. O firmemente decididas a poner fin al sistema capitalista para instalar el comunismo indoamericano preconizado por Leonidas Iza.
Nebot debió pensar que esas jugarretas no se notaban. Las percibieron sin duda amigos suyos, cuadros que estuvieron con Febres Cordero y jóvenes que, habiendo hecho carrera, no se resignaron a seguir su juego inentendible, irresponsable y cínico. Así se fue vaciando el PSC y volvieron los dinosaurios, tipo Luis Alameida. O tipo Esteban Torres; fiel copia de su progenitor. Unos con más kilometroje o con más cinismos. Pero formateados en el mismo estilo y compartiendo las mismas mañas. El PSC puso todo de su parte para tragarse su capital político. Y lo logró.
Nebot contribuyó a esta suerte de implosión, cuando pudo evitarla. Desde antes de dejar la Alcaldía, en 2019, quiso ubicar el relato del mejor alcalde de Ecuador, dedicado a construir un “modelo exitoso”. Una colección de obras que pudo sumar durante los 19 años que estuvo al frente de la Alcaldía. Modelo que la pandemia y la realidad que ha revelado el fenómeno del narcotráfico en las ciudadelas más pobres se encargó de modular.
Nebot, como ciertos artistas, es un político del claroscuro. Un líder que se rodeó de gente leal y también servil y que antepuso consideraciones personales en el manejo de asuntos públicos. No es una buena noticia para la política el colapso del PSC. Pero, precisamente, ese colapso se debe a los defectos y vacíos que hay en los partidos y que no requieren más leyes o reglamentos para cambiar. Con la convicción de sus dirigentes bastaría. Pero Nebot pertenece a esa raza de líderes políticos que creen que los partidos tienen gerente-propietario. El del PSC es él. (JOSE HERNANDEZ – 4 PELAGATOS)
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