Ha pasado tres días del fuerte sismo de 6.6 grados con epicentro en la isla Puná y que afectó gravemente a la provincia de El Oro. El dolor de los afectados es evidente, lágrimas y desesperación al ver que, en pocos segundos, todo el esfuerzo de su vida se desplomó.
“Gracias a Dios estamos vivos, pero con un nudo en la garganta al saber que algunos enseres se han perdido, evidentemente las losas han cedido que imposibilita el acceso hasta el departamento”, dijo Carlos Manuel Espinoza, quien durante 10 años lleva arrendando un departamento en la calle Guayas y Octava Norte, en Machala.
La vivienda donde habitaba se vino abajo a las 12:12 del sábado 18 de marzo, hora en que ocurrió el terremoto como lo han calificado las autoridades.
Él es inquilino, pero el dolor de perderlo todo viene de Nelly Cedillo, ella es la dueña de la vivienda de tres pisos que se vino abajo.
Su casa de tres pisos se desplomó y quedó sin poder ser habitada. Ella se endeudó en el banco para construir departamentos de arriendo y ahora todo el esfuerzo de su vida se le vino abajo.
“Es una vida de esfuerzo, tres losas se vieron a bajo, mi familia y los arrendatarios están bien, pero se perdió todo, cuatro carros están atrapados donde funcionaba una lubricadora”, dijo la afectada, quien ahora está viviendo en casa de sus padres.
Así como ella, están decenas de familias que han tenido que abandonar sus viviendas por miedo a que colapsen.
En la casa de Cedillo arrendaba una familia venezolana, ellos quedaron en la calle y ahora están recibiendo ayuda de la familia de Cedillo, quien ahora busca asistencia para solventar la deuda que adquirió en el banco.
DURMIERON EN LA CALLE
Pasaje es el segundo cantón más afectado de El Oro, allí una foto de un hombre besando a su bebé se hizo viral, él contó su historia de cómo rescató a su esposa e hija.
Pero no solo la historia del padre héroe se vive. Está la de Alejandro Salinas, quien tuvo que dormir en la calle la madrugada del domingo 19 de marzo, un día después del terremoto.
El almacén de venta de calzado, en la calle Juan Montalvo entre Sucre y Bolívar, quedó destruído luego del temblor.
“Mi local está hecho un desastre, pero lo bueno es que la mercadería no se daña”, afirmó Alejandro, de 67 años, al ver lo que fue su lugar de trabajo luego de haberse retirado de la milicia hace más de 20 años.
Su residencia, en los dos pisos superiores al almacén estaba igual: lleno de vidrios rotos y miedo. No querían pasar la noche dentro de la edificación.
Alejandro junto con su esposa, de 62 años, su nieto Ronaldo, de 3, y su hijo Mario, de 33, optaron por la dureza y frialdad del balde de la camioneta de Alejandro parqueada frente a la vivienda para pasar la noche.
A las 02:00 del domingo 19 de marzo, ellos descansaban bajo un toldo sostenido por un tubo metálico a los lados del espacio para carga de la camioneta.
En la calle Comercio, una de las principales de Pasaje, una familia de colombianos conformada por cuatro adultos y una niña de 3 años planeaban dormir en el local que regentan porque su departamento, en un edificio esquinero, estaba peligrando.
Y así las historias pos terremoto que aparecen dos días después del desastre. Gente que se ha quedado en la calle solo con lo que estaban puestos al momento del terremoto.
SEPELIO
Las familias que perdieron a sus seres querido ya los sepultaron en Machala. “La furia de la naturaleza nos quitó a los pequeñitos y a mi hermana”, dijo una de las mujeres que acompañaba el féretro de Maryuri del Cisne Arias Soto, de 24 años; su esposo Alex Renato Regalado Montalván, de 25 y su bebé de siete meses de edad.
La pareja y su hijo murieron aplastados por los escombros de una casa que colapsó en las calles Boyacá, entre Juan Montalvo y Páez, sector del antiguo mercado central.
Ellos fueron sepultados en medio del dolor. “Ella era mi hermosa, una buena mujer, siempre cuidaba a sus hijos y es lamentable que muriera de esta forma, ahora debo resignarme y llorar a mi hija y a mi nieto, la vida es injusta a veces”, manifestó el progenitor.
Lina Caicedo, es familiar de las cinco personas que murieron en el barrio 4 de Abril de Puerto Bolívar, ella iba muy afligida rumbo al cementerio para dar el último adiós a sus seres queridos. “La naturaleza se encargó de destruir una familia. Eso fue cosa del destino, solo rogamos a Dios que nos dé fuerzas para seguir adelante”, dijo Caicedo, quien consolaba a la madre de los pequeños de 2 y 7 años que perecieron en el terremoto.
Luis Tomalá
“El terremoto me cogió en el mar, estaba pescando en el sector Las Huacas cuando sentimos que el mar se puso bravo, había olas grandes y de una prendimos la radio, escuchamos que había un sismo en Machala, alzamos la malla y nos regresamos a Puerto Bolívar donde nos esperaban nuestros familiares”.
Lina Caicedo
“La naturaleza se nos llevó a una familia entera, que más nos queda hacer, pues nada, ya son los designios de Dios. Nunca nos imaginamos que íbamos a pasar esto, solo lo veíamos por la televisión, fue un movimiento muy fuerte, las casas se caían, yo estaba cocinando cuando sentí el fuerte remezón”.
Dolores Barre
“Me salvé de milagro, aún tengo las manos y piernas golpeadas de lograr salir, mi casa se cayó en el estero Huaylá, gracias a Dios logramos salir a tiempo, mi hermana con sus hijos no lo lograron y murieron, pedimos que nos ayudes, estamos durmiendo en casas de familiares y todos los enceres se perdieron”.
Víctor Cheme
“Perdí a mis dos hijitos, yo estaba en el mar cuando sucedió el sismo, me estaba buscando el pan de cada día, fue un remezón fuerte, en el mar casi no se siente, pero pudimos sentir la furia del mar, las olas eran muy grandes por eso tuvimos miedo e intentamos comunicarnos con nuestros familiares”. (FABRICIO CRUZ – DIARIO CORREO)
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