Son apenas cuatro minutos de video pero eso basta y sobra para entender que se trata de un grave cuadro de megalomanía y narcisismo. Un cuadro que, por tratarse de un alto funcionario público, no augura nada bueno. Son cuatro minutos de terror.
Se trata del fragmento de una entrevista que Andrés el mono López le hizo el 10 de abril a Willmán Terán, presidente del Consejo de la Judicatura. El tema podría quedar en la anécdota y encajar en la categoría de comedia de no ser porque el señor de marras es responsable de una de las funciones más neurálgicas en el manejo de la justicia del país.
En apenas cuatro minutos Terán exhibe una ampulosidad, grandilocuencia y pedantería que parece un personaje sacado de alguna tragedia de la antigüedad adaptada para la generación de adolescentes que aman las novelas o películas distópicas. Cuando López le pide que se pronuncie sobre una aseveración del asambleísta Fernando Villavicencio, que dijo que Terán está convirtiendo al Consejo de la Judicatura en una agencia de empleos para correístas y socialcristianos, el entrevistado arranca con una retahíla de frases líricas. “La ola de la ignorancia está en camino”, sostiene en un intento por hacer al periodista responsable por lo que ha dicho Villavicencio. “La hora de la ignorancia”, añade luego para decirle a López que ha citado a alguien para preguntar a la “fuente del conocimiento”, como él se califica a sí mismo. “¿Acaso fue a la fuente de la ignorancia en lugar de la fuente del conocimiento?”, se pregunta y luego insiste en el tema y le dice al periodista que habrá que “preguntarle a la fuente de la ignorancia si está en la horda del trabajo o en la horda de la ignorancia”. Es tal el tejido de frases épicas y rimbombantes que López le pide que le explique lo que está diciendo. Es imposible entender lo que Terán responde, aunque no es nada complicado percatarse de que se está ante un caso de narcisismo agravado.
No es la primera vez que Terán hace un despliegue de enajenada grandilocuencia. El periodista Roberto Aguilar en una reciente columna en diario Expreso decía que Terán “disimula la vacuidad de su pensamiento con pirotécnica retórica insulsa”. Aguilar citaba en su nota otras perlas de la retórica de Terán: “Yo vengo de las estrellas, un caminante de sueños soy”, dijo en una oportunidad y en otra lanzó que “me verán más grande que Brahma pero sigo siendo humano”. Pero lo que se ha visto, Terán es un narcisista puro y duro, lo que muchos estudios de la psicología consideran como un peligro, sobre todo cuando éstos son políticos. Su autoestima desbordada y su falta de empatía les empuja a actuar sin pensar en los demás y únicamente en su ego. De acuerdo a un estudio hecho en la Universidad de Stanford publicado en una revista indexada existe un “cuerpo sustancia de investigación que ha documentado que los narcisistas grandilocuentes (como Terán, NDR) se caracterizan por una alta autoestima, un sentido de superioridad personal y derecho, exceso de confianza, una voluntad de explotar a los demás en beneficio propio, y la hostilidad y la agresión cuando se les desafía”. Se trata, está claro, de un caso de peligro público.
El peligro de Terán ya está demostrado: la acción de protección que presentó contra el Presidente de la República porque alega que el gobierno no entrega todos los recursos que él necesita para su trabajo, es un ejemplo dramático de cómo pretende manipular los recursos jurídicos que están a su cargo en beneficio personal.
Pero si el hecho de que un narciso grandilocuente esté controlando la administración de justicia es un riesgo para el país, el que se lo haya elegido para ejercer ese cargo es una irresponsabilidad imperdonable. Fue la alianza de correístas y socialcristianos que controla el esperpento institucional del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, Cpccs, la que lo escogió para el cargo. Si en un par de intervenciones públicas se hacen evidentes los trastornos y desequilibrios de este personaje, ¿cómo es posible que nadie en el Cpccs se haya percatado de aquello durante las entrevistas que se hacen por ley para hacer el nombramiento de presidente del Consejo de la Judicatura?
Una empresa privada, una universidad o un hospital se hubiera arriesgado a contratar a una persona con el perfil de Terán. Está claro que se trata de un chalado. “Mucho cuidado con este angelito. No tiene límites ni escrúpulos”, advierte Roberto Aguilar. Por: MARTIN PALLARES
Foto: Consejo de la Judicatura
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