Nefasto el resultado electoral burdamente manoseado en Venezuela. Era evidente que el régimen dictatorial de turno no estaba dispuesto a someterse a las reglas de un sistema que le es ajeno, como el democrático.
Era insostenible que una dictadura respete los resultados de una votación libre y democrática, un contrasentido. Es como si mañana se celebraran elecciones presidenciales en Nicaragua, es más que evidente que esas no serán elecciones y menos democráticas.
Lo mismo ocurrió en el país llanero. Una revolución se extirpa con otra revolución; lastimosamente, el precio a pagar es gigantesco y sin el apoyo internacional económico contundente no es viable. Olvídense de la OEA, organismo absolutamente pusilánime frente a las tragedias del pueblo de uno de sus asociados.
Conociendo lo que ocurre con esa plaga que ha invadido Nicaragua, Venezuela y Cuba, sin mencionar otros países con gobiernos acólitos a ese tipo de regímenes, debemos los ecuatorianos evitar caer en las garras de un dictadorzuelo, palabra que no está en el diccionario de la RAE, pero que uso para redoblar la descalificación al remoquete de estos individuos.
No tengo ninguna duda de que, de ganar algunos de estos en el Ecuador, bajo cualquier membrete, porque de izquierda seguro no tendrá nada, simplemente hipotecaremos la democracia en nuestro país.
Los gobiernos totalitarios, como el de Maduro, buscan perennizarse en el control del país, aún más cuando ya conocen lo que les pasa cuando abandonan el poder, pues ya saben que la receta que usa Maduro en Venezuela, los Castro en Cuba y Ortega en Nicaragua es la única que les resulta viable para conseguir sus protervos intereses.
Atentos ecuatorianos, aprendamos de los errores del pasado; no podemos caer en la trampa de grupos totalitarios enmascarados, que buscan a toda costa con quimeras, llegar al poder y nunca más soltarlo, para aniquilar la democracia y los derechos humanos. Por ello la importancia de nuestras próximas elecciones, donde tendremos que decidir qué país queremos para nuestros hijos.
Barbas en remojo, ecuatorianos. (DIANA ACOSTA – DIARIO CORREO)
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