El gobierno de Rafael Correa vendió a la opinión pública la idea de un país que progresaba y se pacificaba, reduciendo los índices de violencia y fortaleciendo las instituciones. Y aunque para muchos es obvio que solo fue una pantalla, Arduino Tomasi desmonta esta falsa visión con cifras oficiales y arte.
La investigación de Arduino Tomasi, académico, adicto a las cifras y a la literatura, ha puesto a temblar a la más grande estructura político-criminal del Ecuador: el correísmo. Tomasi ha develado, con una precisión estadística devastadora, cómo el Estado, durante el gobierno de Rafael Correa, manipuló las cifras sobre muertes violentas entre 2008 y 2017, encubriendo una trágica realidad de 7.379 muertes no esclarecidas.
Cada número es una vida, un cuerpo mutilado, y Tomasi lo sabe. Los números no mienten, los datos son su pincel, su arma, y con ella ha develado la realidad que muchos temían confrontar: durante la década robada, la supuesta «paz» que vivió el país fue una fachada, sostenida por lo que él denomina como «Pax Narca», un acuerdo tácito entre el gobierno y los cárteles del narcotráfico.
¿Cuándo empezó la Pax Narca?
El punto de inflexión en esta relación, según Tomasi, fue el cierre de la Base Aérea de Manta en 2009, lo que debilitó significativamente la capacidad del Estado para enfrentar al narcotráfico.
La «Pax Narca» no solo implica la tolerancia del Estado hacia las actividades criminales, sino que, bajo la superficie, este período “coincidió” con un subregistro sistemático de muertes violentas.
En este período, las cifras oficiales reportaron que 7.379 ecuatorianos murieron bajo circunstancias catalogadas como «de intención no determinada», una clasificación ambigua que permitió al gobierno evitar reconocer oficialmente estos homicidios, lo que es una burla a los derechos humanos de las víctimas y de sus familias, cuyos casos permanecen sin justicia ni esclarecimiento.
El propio Tomasi sugiere que esta «paz» no era más que una ilusión que ocultaba el avance del crimen organizado en el país.
El aumento en las muertes violentas, así como en la desaparición de personas, son pruebas tangibles de que el narcotráfico y otras formas de criminalidad operaban con mayor libertad, mientras que el gobierno cerraba los ojos a esta realidad.
Creo que por eso el investigador ha puesto énfasis en no permitir que se olvide la sangre que se oculta bajo las cifras.
Subregistro y violencia: Una tragedia oculta
Lo que resulta más alarmante en la investigación de Tomasi es el subregistro de muertes violentas. Este no es un error burocrático o una anomalía en los datos; es un reflejo de cómo la violencia vinculada al narcotráfico y el crimen organizado se normalizó y fue sistemáticamente encubierta por el Estado.
Estas muertes, que deberían haber sido investigadas como homicidios, fueron dejadas en el limbo estadístico, una forma de negar su existencia.
Tomasi evidencia que este subregistro no fue homogéneo a lo largo del país. Las provincias más afectadas por el narcotráfico, como Manabí y Esmeraldas, fueron también las que presentaron un mayor aumento en las muertes de “intención no determinada”.
Esta situación se agrava aún más cuando se observa la correlación entre la disminución en las incautaciones de cocaína y el aumento de estas muertes.
En otras palabras, el Estado no solo dejó de enfrentar al narcotráfico de manera efectiva, sino que al hacerlo, permitió que la violencia se disparara, cubierta bajo una capa de datos fríos. Es la obra maestra de un régimen que prosperó sobre la sangre de sus ciudadanos.
El arte de Pablo Palacio como lente para comprender la violencia
Desde los inicios de mi adolescencia fui seguidora de Pablo Palacio. Su obra «Un hombre muerto a puntapiés» fue la primera que me cautivó por completo. Palacio es sagaz y visceral, capaz de evidenciar la bajeza humana y, al mismo tiempo, hacer que esa bajeza se vuelva admirable por la belleza de sus palabras.
Siempre me hizo cuestionar mis propios sentimientos, especialmente cuando leí «La doble y única mujer» o «Luz lateral», que inspiraron mis más profundas composiciones musicales. Pero fue «El Antropófago» lo que me asustó, lo que me hizo temer a la humanidad y a mí misma, temer las posibilidades de la crueldad.
Hace unos meses, al leer la investigación de Arduino Tomasi y ver cómo se sostenía en el arte, en Palacio, supe que por fin algo estaba cambiando en Ecuador.
Palacio, en su inagotable búsqueda de lo más profundo en la naturaleza humana, habría encontrado en las cifras de Tomasi el eco perfecto de su «Antropófago».
Ecuador se devora a sí mismo, se mastica en sus instituciones y regurgita cuerpos sin nombre, muertes sin intención, almas sin justicia. Los cuerpos de las víctimas, despojados de su dignidad, son ocultados bajo cifras manipuladas y clasificaciones engañosas
La violencia es el verdadero teatro de la política. Y como en la obra de Palacio, todo se convierte en un espectáculo grotesco, donde los números son aplausos y los muertos son actores secundarios.
En “El Antropófago”, Pablo Palacio, presenta un acto de canibalismo que puede interpretarse como una imagen de la autodestrucción social, sirve como una potente metáfora de la deshumanización y la brutalidad que ha caracterizado a Ecuador en los últimos años.
El texto puede interpretarse como una representación del espectáculo de la violencia, donde el acto brutal se convierte en un acto público, casi ritualista. En la realidad ecuatoriana, la violencia relacionada con el crimen organizado ha sido, en muchos casos, un espectáculo mediático.
Los asesinatos y masacres son transmitidos y consumidos en un ciclo interminable de miedo y desesperanza, tal como el acto brutal del texto de Palacio se presenta como una pieza macabra de exhibición.
“El Antropófago” desafía las nociones convencionales de la moralidad, presentando actos atroces como si fueran normales o incluso necesarios.
En la política ecuatoriana, la justificación de actos corruptos y violentos a menudo se ha naturalizado e incluso se han convertido en aspiracionales.
Podría decirse que Palacio también aborda la corrupción en términos de un canibalismo social, donde aquellos en el poder devoran los recursos del país, dejando a la población en un estado de vulnerabilidad extrema.
Esta misma corrupción es la que ha permitido que el crimen organizado opere con total impunidad, asegurando que la violencia siga creciendo sin freno.
La violencia, la corrupción, la manipulación de las cifras —todo es parte del mismo festín macabro. Y al final, como en «El Antropófago», lo único que queda es la sensación de que la destrucción es inevitable, de que la violencia es, en realidad, lo único real.
La investigación de Arduino Tomasi tiene al correísmo consumiendo xanax como chicles
Arduino los tiene locos, ardiendo por dentro, no pueden refutarlo, a lo único que alcanzan es a descalificarlo. A mi me parece necesario reconocer su trabajo y la belleza con la que ha expuesto la morbidez del correísmo, al fin.
Tiene un nombre que parece salido de un cuento de ficción, en su blog tiene al rededor de 15 publicaciones. Para ser honesta he leído menos de la mitad, pero me daré el tiempo de seguir. Lo conocí por twitter, o X, como se llama ahora, me conmovió su necesidad histórica de desnudar la vergüenza que nos han querido vender como verdad.
Luego me enteré que sí existe, que es un guayaco comprometido con los datos, que le gusta Pablo Palacio y Emil Cioran, que entendió que el correísmo, como cualquier borreguismo, es letal para un cerebro pensante y que en este período, lejos de ser de paz y estabilidad, como se intentó vender a la década robada, las cifras reflejan una escalofriante verdad. El crimen organizado se había tomado el Ecuador.
Este trabajo no solo expone las profundas irregularidades en los reportes oficiales, sino que hace un llamado urgente por la transparencia, dejando claro que sin esta, cualquier promesa de cambio en el país es vacía.
También ha sido grato ver que esta investigación se alinea con las denuncias y reportajes de Fernando Villavicencio, quien desde hace años advertía que el correísmo no solo permitió, sino que abrió la puerta al crimen organizado, convirtiendo a Ecuador en un narcoestado.
Villavicencio, con una valentía inquebrantable, siempre sostuvo que “el correísmo nunca volverá a Carondelet” y no lo hará.
Las verdades que ahora emergen, gracias a investigaciones como la de Tomasi, han golpeado directamente el corazón de la narrativa correísta.
Este descubrimiento pone al desnudo las mentiras que buscaron maquillar una realidad desgarradora. Además es un grito de justicia para las víctimas que hasta hoy claman por respuestas y reparación.
La respuesta del Gobierno de Daniel Noboa: Un primer paso insuficiente en época electoral
Ocho meses después de la publicación de las investigaciones de Arduino, este 6 de septiembre, el anuncio del presidente Daniel Noboa de auditar al INEC en respuesta a los hallazgos de su investigación, tiene un pequeño sabor a victoria, pero que por sí sola no solucionará el problema estructural de la falta de transparencia en el país.
La corrupción, el encubrimiento y la manipulación de datos han sido prácticas comunes en Ecuador durante años, y una auditoría no será suficiente para revertir décadas de mala gestión, pero es un comienzo.
También vemos a la Fiscalía iniciar investigaciones sobre los actos de exfuncionarios como Pablo Izquierdo, asesor de Correa, acusado de distribución de material pornográfico en el cual se explotó sexualmente a menores, esto es un indicio de que debemos arrancar de raíz la corrupción y la violencia en el país.
Ecuador no necesita justicia en casos aislados, sino una reforma profunda en la manera en que el Estado maneja los datos, combate la impunidad y enfrenta al crimen organizado.
El caso de Izquierdo, al igual que los hallazgos de Tomasi, demuestran cómo el narcotráfico y otras formas de criminalidad han penetrado las instituciones del Estado, desde el sistema judicial hasta las más altas esferas del poder político.
El arte de la transparencia
Para que Ecuador pueda realmente empezar a sanar las heridas que la violencia y el crimen organizado han causado, es imperativo que el gobierno tome una serie de medidas que vayan más allá de lo que se ha anunciado hasta ahora, pero también que como sociedad nos hagamos cargo de nuestra responsabilidad.
En primer lugar, debe implementarse un sistema de transparencia activa que permita a la ciudadanía acceder a datos en tiempo real sobre las muertes violentas y otros indicadores de criminalidad.
Este sistema debe ser independiente, para evitar la manipulación por parte de las autoridades, y debe contar con la participación de observadores internacionales.
En segundo lugar, se debe establecer una comisión independiente e internacional que investigue las muertes violentas no esclarecidas entre 2007 y 2018. Esta comisión debe tener plenos poderes para investigar, interrogar y hacer recomendaciones para reformar el sistema judicial y de seguridad. Solo así se podrá traer verdad y responsabilidad a las víctimas y a sus familias.
Como sociedad nos corresponde vivir un proceso democrático activo, no solo electoral, sino participar realmente en la formación, el desarrollo del pensamiento crítico; no entregarnos ciegamente a la defensa de políticos, sino de nuestros valores.
La inversión en educación y arte es fundamental, sobre todo en un país que se cae a pedazos, sin embargo haber leído esta investigación, me devuelve la esperanza.
El arte salva vidas, y desde nuestra trinchera seguiremos sembrando valentía y apoyando al periodismo que pone luz en las cloacas de la corrupción.
Si Ecuador quiere realmente cambiar, debe comprometerse a ser transparente, no solo en sus estadísticas, sino en su voluntad de enfrentar a los verdaderos enemigos del país: la corrupción, la impunidad y la violencia.
A los corruptos de siempre: ¡Basta de defender lo indefendible!. Suficiente daño han hecho a su madre patria, recuerden que la vida es un boomerang y todo lo que le han hecho al Ecuador, se lo han hecho a ustedes mismos, a sus hijos y nietos.
Finalmente, quiero agradecer la valentía de Arduino, que nos ha abierto los ojos con datos, con matemáticas y cifras irrefutables. (PERIODISMO DE INVESTIGACION LA FUENTE)
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