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La teoría de Conspiración que no conspira

La libertad, la patria, la nación y la familia enfrentan hoy amenazas reales. No se trata de especulaciones, sino de hechos que se evidencian en la región: la extrema izquierda, amparada en discursos de justicia social, ha puesto en riesgo la estabilidad de países enteros.

El resentimiento, históricamente considerado un vicio moral, ha sido transformado en virtud política. A través de narrativas como la del “pobrecito” o la supuesta defensa de los más vulnerables, se han implementado proyectos que, en lugar de liberar, han encadenado a sus pueblos en la pobreza y la dependencia.

Los casos de Cuba y Venezuela son ejemplos contundentes. En nombre de la igualdad, destruyeron economías pujantes y sometieron a millones de ciudadanos a la miseria y a la falta de libertades fundamentales. Bolivia y Brasil, en distintos grados, también han sido arrastrados por modelos populistas que debilitaron las instituciones y favorecieron la corrupción.

Pero el peligro no termina allí. Lo más alarmante es la convergencia entre la política y el crimen organizado. La alianza de ciertos sectores de izquierda con los Grupos de Delincuencia Organizada (GDO) y el narcotráfico ha generado un poder financiero capaz de influir en elecciones, comprar votos y perpetuar regímenes contrarios a la libertad y la democracia.

Ante esta realidad, no podemos caer en la ingenuidad ni en el silencio. No podemos permitir que nos arrebaten lo que tanto costó construir. No se trata de ideología, se trata de nuestra libertad y del futuro de nuestros hijos, defender la patria, la democracia y la familia no es una opción, es un deber, es una responsabilidad histórica.

Aprender de las lecciones de nuestros países hermanos es vital para no repetir sus errores. La hora de la patria se aproxima, resistir y vencer es la única opción si queremos preservar la nación para las próximas generaciones. Recuerden, esta tierra no se entrega, esta nación no se vende, y esta patria no se rinde. Por: FERNANDO SALAZAR