Los amigos estaban preocupados. No era habitual que no respondiera el celular ni desapareciera por tantos días. Además, se había ausentado de un compromiso laboral por videoconferencia. Les pareció alarmante. No era su estilo. Luego de cinco días sin noticias de Travis Alexander, de 30 años, varios de ellos fueron hasta su casa de dos pisos en Mesa, Arizona, Estados Unidos.
El lunes 9 de junio de 2008, ingresan por el garaje con el código de seguridad que les facilitó antes un conocido. En la planta baja perciben un suave pero desagradable olor. Dentro encuentran a su compañero de vivienda, Zach Billings. Le preguntan qué sabe de Travis y él les dice que no lo ha visto desde hace varios días y que cree que está en México. Los amigos de Travis le explican que para ese viaje faltan varios días todavía y que su nueva novia Mimi, tampoco ha podido contactarse con él. Zach va entonces a buscar la llave de la habitación principal de la casa, la master suite que ocupa Travis. Cuando la encuentra, todos suben por la escalera que conduce al primer piso. Abren la puerta y el olor los golpea con vehemencia. Lo primero que ven es un gran charco oscuro en la moquette del pasillo que une el cuarto con el baño. Se asoman al dormitorio. La cama está deshecha y sin sábanas. Contienen el aliento, aterrados, e ingresan al baño. En la ducha el agua cae impertérrita. En el suelo, en posición fetal, está su amigo Travis. No parece él, está irreconocible. No parece su cara. Reprimen arcadas. Ven que tiene la garganta cortada de lado a lado, de oreja a oreja. Y sobre su ceja izquierda hay un pequeño orificio negro. Salen despavoridos de la escena.
En la última foto de la secuencia, él mira directo a cámara mientras el agua se desliza por su cara. Es la mirada de alguien que está por morir
Escena salvaje
Llaman a emergencias. Uno de los oficiales de homicidios les pregunta si Travis tenía enemigos. Ninguno de ellos duda. Mencionan de inmediato, con nombre y apellido, a la ex novia: la rubia Jodi Ann Arias. Lo venía acosando desde hacía meses, explican.
Los peritos en criminalística encuentran de todo. Un estuche de balas calibre 25, un casquillo, mechones de pelo largo lacio y oscuro, la huella de una palma ensangrentada en la pared del pasillo y, lo más llamativo: una máquina de fotos dentro del lavarropas junto con sábanas y toallas lavadas y centrifugadas. A pesar de eso la cámara no está del todo dañada y los científicos descubrirán con rapidez, gracias a reactivos químicos, que la ropa blanca contiene restos de sangre de Travis. La palma de la pared presenta dos rastros hemáticos: el de Travis Victor Alexander y el de Jodi Ann Arias.
La autopsia determinó, unos días después, que el joven había sido apuñalado entre 27 y 30 veces, lo habían degollado al borde de la decapitación y tenía un disparo en la cabeza.
De la cámara se pudieron recuperar imágenes eróticas de ese mismo día que alguien había intentado eliminar. Eran de contenido sexual explícito: los protagonistas eran Jodi y Travis. La serie de fotos arrancaba a las 13:40 horas del 4 de junio de 2008. Había varias de él desnudo en la ducha. En la última foto de esa secuencia vital final, él mira directo a cámara mientras el agua se desliza por su cara. Son las 17:20. Es la mirada de alguien que está por morir.
En la imagen inmediata que le sigue, Travis ya se ha convertido en la víctima herida de muerte que sangra copiosamente sobre el piso de su baño.
La pericia dictamina que Travis falleció ese mismo 4 de junio, antes de cumplir los 31 años, bajo la atenta mirada de su acosadora y victimaria a la que alguna vez creyó amar.
Tienen que hablar con esa tal Jodi. Sabiendo que tiene el pelo largo y muy rubio, esas mechas oscuras encontradas en el dormitorio desorientan a los detectives.
La serie de fotos arrancaba a las 13:40 horas del 4 de junio de 2008. Había varias de él desnudo en la ducha
Coincidencia fatal
Travis Alexander nació en Riverside, California, el 28 de julio de 1977. Sus padres Gary David Alexander y Pamela Elizabeth Morgan eran adictos a las drogas y se separaron cuando Travis tenía 8 años. El pequeño terminó mudándose, a los 11 años, a vivir con su abuela paterna quien era mormona y muy estricta. Gary murió en 1997 con 49 años, en un accidente de tráfico, el mismo día del cumpleaños número 20 de Travis. Poco después, sus siete hermanos también fueron a vivir a la casa de su abuela. Su madre Pamela no viviría mucho más. Murió con 52 años en 2005.
Travis creció bajo la disciplina férrea de su abuela y siendo parte de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Soñaba con ser alguien importante, con destacarse y triunfar. Gracias a un amigo suyo conoció a la empresa Pre Paid Legal Services (PPL), servicios legales prepagos para gente de bajos recursos. Travis, dueño de una mirada azul franca y directa, con su buena oratoria se convirtió en un excelente motivador. No demoró en ser el encargado de los seminarios que brindaban. Ayudar a otros a crecer y a desarrollarse profesionalmente era su meta.
Travis luego de graduarse en la escuela secundaria
Jodi Ann Arias nació el 9 de julio de 1980 en Salinas, California, en una familia sin grandes problemas. Era la mayor de cuatro hermanos (dos varones y dos mujeres: Jodi, Carl, Angela y Joey). Sus padres William y Sandra “Sandy” Allen Arias dijeron que ella había tenido una infancia normal y que su compañero de juegos era Carl, el hermano que le seguía. Pero en la adolescencia Jodi se mostró rebelde. A los 17 se fue de su casa para vivir con un novio. Ambiciosa en extremo comenzó a saltar de trabajo en trabajo, de ciudad en ciudad y de pareja en pareja. Matt McCartney, Bobby Juárez, Darryl Brewer (con quien vivió un año y medio y casi se casan) y Abe Abdelhadi… La relación con sus padres se volvió esporádica. Audaz y carente de miedos, a Jodi no le faltaban recursos ni herramientas físicas para conseguir lo que quería. Se obsesionó con ganar dinero y descubrió que había una empresa, llamada PPL, que parecía funcionar muy bien. La compañía hacía conferencias y seminarios motivacionales. Jodi decidió ir a una convención en la ciudad de Las Vegas, en Nevada. Era septiembre de 2006. Joven, sexy, bella, dulce para hablar y dueña de una melena teñida de rubio chocó su camino con el de Travis Alexander, un joven buenmozo y simpático, de ojos traslúcidos. La encantadora Jodi y el carismático Travis cruzaron miradas, charlaron entretenidos y terminaron intercambiando teléfonos.
Para Travis fue la peor decisión de su vida.
Si bien él estaba interesado en una amistad, esa no era para nada la idea de Jodi quién rápidamente cortó la relación con su pareja del momento y empezó a acosarlo. Usó el sexo como su principal herramienta de conquista. Esquivando las creencias religiosa de Travis, según Jodi, practicaron sexo oral y sexo anal, pero por un tiempo por cuestiones religiosas habrían reprimido las relaciones sexuales convencionales. Vivían lejos: uno en Arizona y la otra en California. Pero Jodi lo empezó a visitar con frecuencia. En una de esas estadías, él le regaló un libro clave de los mormones. Ella lo leyó y recalculó su estrategia: le dijo a Travis que quería convertirse a la religión de él. El 26 de noviembre de ese mismo año Jodi fue bautizada.
En febrero de 2007, comenzaron a salir formalmente como novios. Jodi se muda a Mesa, Arizona, para vivir más cerca de su querido Travis.
Jodi en su infancia. Era una joven rebelde que a los 17 años ya se fue a vivir sola con un novio
“Lo peor que me pasó”
Con algunas intermitencias por la intensidad con la que actuaba Jodi, la pareja siguió adelante durante un año. A los amigos de Travis, Jodi no les caía nada bien. La moza aspirante a fotógrafa era para ellos un lobo disfrazado de cordero. Demasiado invasiva y turbulenta. Si en una comida no estaba sentada al lado de él, se volvía loca de rabia. Era sumamente posesiva y Travis no podía tener ningún diálogo con otra mujer sin que todos notaran la furia que destellaban sus ojos. “Su mirada se volvía diabólica”, dijeron. Uno de ellos, Lovingier Hughes dijo al medio 20/20: “Habíamos empezado a ver cosas perturbadoras en la relación. Un día le dije a Travis en chiste, temo que un día te encontremos descuartizado en el freezer. La veíamos muy obsesionada con él”.
En algún momento Travis hasta pensó en casarse con ella, pero los deseos sexuales de Jodi chocaban burdamente con la fe religiosa mormona de Travis.
A comienzos de 2008 Travis le comunicó a sus amigos que viajaría con Jodi a unas jornadas laborales que la empresa haría, a partir del 15 de junio, en Cancún, México. Pero los relatos de Travis sobre su novia seguían inquietando a los amigos y compañeros de trabajo. Les reveló que ella era extremadamente celosa y que le revisaba el celular, las redes sociales y sus mails. Cuando él tenía una conversación privada o de trabajo, Jodi se ponía detrás de la puerta cerrada para escuchar lo que decía. Les confesó que estaba convencido de que ella se había mudado a Mesa para tenerlo totalmente vigilado.
Travis estaba harto de las discusiones y de la persecución a la que era sometido por ella. En marzo de 2008 la relación llegó a un punto de no retorno. Cortaron. Pero la cosa se volvió más tóxica todavía. Jodi empezó a caer de visita inesperadamente. Entraba por el garaje, sin previo aviso, y totalmente desnuda se introducía en su habitación. Algunas veces, Travis caía en la red de tentaciones y tenían sexo. Pero también empezó a temerle. Todo empeoró cuando un día ella, revisando sus mensajes en el celular, se enteró de que él había salido con una chica llamada Lisa. Se vengó tajeando las cuatro ruedas del auto. Travis también se dio cuenta de que le había hackeado sus correos personales.
El asesinato de Travis Alexander conmovió a todo Estados Unidos. Fue a manos de Jodi Arias, quien no convenció al jurado al intentar explicar que lo apuñaló 29 veces “en defensa propia”
A fines de abril de 2008 Jodi regresó a Yreka, en California, para vivir en la casa de sus abuelos. En la mudanza la ayudó Sandy, su madre.
Con Travis habían charlado mucho. Supuestamente habían quedado que serían amigos. Travis fue claro: ella no era la persona con la que él querría pasar el resto de su vida.
Con Jodi lejos, Travis por primera vez en mucho tiempo se sintió libre y feliz. La alegría fue escasa. Jodi continuó, a la distancia, con sus interminables llamados a toda hora. Incluso, le ofrecía sexo telefónico. Insistía y si era preciso no dudaba en viajar hasta Mesa para intentar mantenerlo bajo su órbita de control. El sexo seguía siendo el recurso para atraerlo.
El agobio de Travis era total. Una vez volvió de una cita y se encontró a Jodi escondida en su vestidor.
En mayo terminaron discutiendo fuerte: Travis había comenzado una nueva relación con una joven mormona llamada Mimi y quería oficializar. Dijo basta.
Por esa misma época Travis le confesó a uno de sus amigos que Jodi era “una sociópata y lo peor que me pasó” en la vida. No podía saber que le esperaba algo muchísimo peor a todo lo que había experimentado hasta entonces.
El 28 de mayo el joven solicitó, a los organizadores del viaje, cambiar el nombre de su ex novia Jodi como su compañera para el seminario por el de Mimi.
Ese mismo día a muchos kilómetros de allí, en Yreka, hubo un robo en la residencia de los abuelos de Jodi Arias. Entre las cosas que se llevaron los ladrones había un arma automática Colt calibre 25.
El miércoles 4 de junio, a las 19 horas, Travis se perdió una importante conferencia telefónica. Nadie supo qué podría haber pasado con él. No era para nada habitual esa conducta en él
Cuando llama el odio
El 2 de junio, entre la 1 y las 3 de la madrugada, Jodi Arias llamó a Travis cuatro veces. Pero no llegó a comunicarse, las llamadas duraron segundos. Después de las 3 fue Travis Alexander quien le devolvió los llamados. En el primero hablaron 18 minutos, en el segundo 41. A las 4:03 Jodi lo volvió a contactar y conversaron 3 minutos más.
A las 5:39 Jodi se dirigió en su auto a Redding, California, para alquilar un vehículo de la empresa Budget. Les dijo que tenía que hacer un largo viaje a Utah para unas jornadas de trabajo. Le ofrecieron uno rojo, pero ella lo rechazó. Prefería uno más discreto, dijo. Le dieron entonces un Ford Focus blanco. La operación de alquiler se cerró a las 8:04 y ella avisó que devolvería el auto en el mismo lugar.
Luego, colocó en el baúl tres bidones: dos prestados por un amigo y uno tercero que compró. Fue a una estación de servicio y los llenó con nafta. Ese mismo día llamó a varios amigos para contarles que estaba viajando hacia Salt Lake City, Utah, por trabajo.
El martes 3 de junio salió supuestamente con dirección a esa ciudad.
El miércoles 4 de junio, a las 19 horas, Travis se perdió una importante conferencia telefónica. Nadie supo qué podría haber pasado con él. No era para nada habitual esa conducta en él.
El jueves 5 Jodi se encontró con un compañero de trabajo en Salt Lake City, Ryan Burns, con quien estaba comenzando algo. Se pasaron horas abrazándose y besándose en un sillón en la casa de él. Ryan Burns notó dos cosas: que Arias ya no llevaba el pelo rubio como siempre sino una melena oscura y que tenía unas lastimaduras en sus manos. Cuando le preguntó cómo se había cortado, Jodi explicó que había sido en su trabajo del restaurante con un vaso roto.
El viernes 6 de junio Jodi dejó Salt Lake City y volvió hacia su casa en California. En las veces que se vieron con Ryan durante esas jornadas ella usó siempre mangas largas.
En el camino de regreso a California, llamó varias veces a Travis. Le dejó varios mensajes de voz. Y, también, como era habitual se coló en su correo.
Devolvió el auto el día sábado 7 de junio. Lo hizo sin las alfombras. Tenía unas manchas extrañas en los asientos traseros y delanteros, por lo que la empresa lo mandó a limpiar a conciencia. La rentadora contabilizó que había recorrido más de 4500 kilómetros.
Hasta ese momento nada hacía pensar mal de esta joven de 28 años y modales impecables.
Si Jodi hubiera ido directo de su casa a la convención en Utah y regresado de la misma manera, no podría haber llegado a recorrer más de 3000 kilómetros. Sobraban unos 1500. ¿Y si hubiese ido primero de Yreka, donde vivía, a Mesa, en Arizona, y de allí a Salt Lake City, en Utah, y volvía? La cifra cerraba.
Cuando la policía supiera del cadáver de Travis, dos días después, verían claramente que tenían, en el derrotero posible de Jodi, una de las pruebas del crimen.
Si en una comida ella no estaba sentada al lado de él, se volvía loca de rabia. Era sumamente posesiva y Travis no podía tener ningún diálogo con otra mujer sin que todos notaran la furia que destellaban sus ojos
Rodeada
La primera vez que la policía citó a Jodi para declarar fue el 19 de junio. Habían pasado quince días desde el crimen. El 9 de julio de 2008, el mismo en que cumplía 28 años, Jodi Arias fue acusada en Arizona del asesinato de su ex novio Travis.
Seis días después, el 15 de julio, fue arrestada en Yreka. En los minutos que duró su viaje en el patrullero hasta la comisaría no preguntó ni una sola vez por qué la estaban deteniendo. Cualquier persona inocente lo hubiera hecho. Los agentes tomaron nota.
Durante el interrogatorio se comportó extremadamente amable, habló con suavidad estudiada. En las grabaciones de las cámaras policiales se la ve, con sus pantalones blancos y remera gris, esposada y fingiendo dormir cuando siente que alguien está por entrar a la sala. En otra filmación, cuando le dicen que está acusada de asesinar a su novio, se cruza de piernas sobre el asiento y solo calla. No pregunta, no habla. El policía le revela que hay muchos detalles del crimen que ni siquiera la familia de Travis los sabe todavía. Esos detalles solo los conocen los detectives de homicidios y quien lo hizo. Le revela que cree que es ella quien sabe esos detalles, que no podrá irse, que está bajo arresto. Luego, le lee sus derechos. Ella acepta todo con voz angelical y actitud sumisa. Ya no tiene las esposas puestas y cuando se queda sola hace la vertical contra la pared.
El día del arresto Sandy, la madre de Jodi, recibe una llamada en su trabajo, es de su hijo Joey: le dice que la casa estaba rodeada de policías. Sandy inmediatamente llama a su madre y le pregunta por Jodi. Ella le dice que acaba de ser detenida.
Jodi fue extraditada a Arizona el 5 de septiembre de ese mismo año.
Cuando la arrestaron, en los minutos que duró su viaje en el patrullero hasta la comisaría no preguntó ni una sola vez por qué la estaban deteniendo
Mil versiones para un crimen
Cuando Jodi empezó a hablar dio distintas versiones para lo ocurrido. Primero negó con vehemencia el crimen. Dijo que no veía a Travis desde marzo y que no había estado en Arizona el día del crimen sino en Utah con su “nuevo chico”, Ryan Burns. Era su coartada. Pero Ryan la desmintió y dijo que se habían encontrado al día siguiente, el 5 de junio. Recordó haber notado sus cortes y su llamativo pelo oscuro. Para entonces ya Jodi había asesinado a Travis.
Para explicar la cantidad de kilómetros recorridos con el auto alquilado Jodi aseguró que se había quedado sin batería en el celular y que por eso se había perdido en la ruta. Después de unas noches presa, cambió los hechos: en realidad sí había estado con su ex, habían tenido relaciones y se habían quedado dormidos. Pero después, mientras ella le tomaba unas fotos en la ducha, dos encapuchados habían irrumpido, un hombre y una mujer, lo habían asesinado y la habían amenazado de muerte para que no hablara.
Eso explicaba las fotos y su silencio. Un absurdo que ella declaró no a la policía sino a la prensa al medio Inside Edition. Lo mismo le dijo a 48 Hours que emitió un episodio del caso. Ahora hablaba demasiado.
Con el paso de las semanas no le quedó otra que admitir que lo había matado. Terminó diciendo que lo había hecho en defensa propia porque ella era víctima de violencia doméstica. Dijo que Travis la maltrataba y que ese día se había puesto violento y que ella recordó que había un arma en el armario, la tomó y le disparó. Las heridas de cuchillo, afirmó, eran posteriores. No era creíble. Una prueba de que las heridas de cuchillo eran previas era que el casquillo de la bala no tenía sangre. La hallaron apoyada y brillante sobre el gran charco oscuro. Para los peritos ese tiro fue el último acto de violencia contra Travis: quería asegurarse de que estuviera bien muerto.
Primero negó haberlo matado y haberlo visto. Luego reconoció que se habían encontrado y que habían tenido sexo, pero que dos delincuentes los habían sorprendido. Finalmente admitió haberlo asesinado, pero dijo que fue en defensa propia
La cuestión de la premeditación
En diciembre de 2012 comenzó la selección del jurado. Tenían que tener doce, más otros seis suplentes.
El juicio, donde fue acusada de asesinato en primer grado, comenzó el 2 de enero de 2013 y el fiscal Juan Martínez solicitó en su alegato la pena de muerte.
La fiscalía señaló que fue ella quien convenció a Travis con alguna artimaña para que se pusiera en el piso de la ducha donde fue hallado. En esa posición estaba indefenso y ella lo atacó con un arma blanca apuntando a su pecho y a su cuello. Travis intentó defenderse, por eso tenía cortes en sus manos, pero quedó gravemente herido. Sin embargo, habría logrado pararse y dar unos pasos hasta al lavatorio donde comenzó a toser sangre. Intentó escapar para pedir ayuda, pero cayó en el pasillo y Jodi se abalanzó sobre él para seguir apuñalándolo, esta vez, por la espalda. Es aquí donde Jodi lo degüella con total brutalidad y se forma ese gran charco de sangre con el que se topan sus amigos al entrar unos días más tarde. Jodi se apoya en la pared para darlo vuelta y poder arrastrarlo hasta el baño. Deja su palma estampada en la pared con sangre de los dos. En ese movimiento involuntario la cámara saca una foto de más. La que muestra el pie derecho de Jodi al lado del hombro de Travis. Con esfuerzo empuja su cuerpo hasta la ducha.
Los fiscales, apoyados por los peritos médicos, dicen que Travis convulsionó en sus momentos finales y que Jodi, aterrada de que siguiera vivo, decidió tomar el arma y dispararle en la frente.
Las pruebas de ADN la señalan inequívocamente. La bala calibre 25 se corresponde con el arma casualmente robada en la casa de la abuela de Jodi en Yreka la semana anterior al crimen. Era un crimen premeditado, sostiene Martínez. Eso, en Arizona, se pena con la muerte.
El 4 de febrero de 2013 Jodi sorprende a todos subiendo al estrado para defenderse. Admite ante el jurado, asesorada por su equipo de abogados, que mató a su ex novio pero asegura que fue en total defensa propia. Habló durante 18 días seguidos.
El 28 de mayo de 2008, en Yreka, hubo un robo en la residencia de los abuelos de Jodi Arias. Se estima que Jodi se robó ese día el arma automática Colt calibre 25 con la que asesinó a su ex novio (Grosby)
La compleja mente de una asesina
Los peritos psicológicos dictaminaron que la asesina poseía una personalidad narcisista y que solía amoldar su aspecto físico a las circunstancias o a las preferencias de los demás. El hecho de ser sustituida en el viaje a Cancún con Travis, habría sido lo que gatilló su decisión final de matarlo. Sostuvieron que distinguía perfectamente el bien del mal. Y que era sumamente manipuladora. Para algunos profesionales padecía Desorden de Personalidad Antisocial. En resumen: era una sociópata. Ya lo había anticipado Travis antes de morir. Jodi no mostraba ningún respeto por la ley o por las reglas de la convivencia en sociedad. Tampoco remordimiento. Y no tenía problema alguno con mentir, la mentira era una herramienta para sus antojos. Las secuencias sexuales con Travis las había filmado, concluyeron los especialistas, para tener con qué chantajearlo llegado el caso de que lo necesitara. Un compañero de trabajo de Jodi, en el restaurante en el que trabajaba como moza, contó en el estrado que ella llamaba compulsivamente a Travis y, si no lo encontraba, de un segundo a otro dejaba todo para ir a buscarlo. No le importaba perder el empleo.
Estaba claro. Cada vez que su ex novio intentaba alejarse ella definitivamente lo sometía con prácticas sexuales salvajes. Un detalle más: jamás había pedido perdón.
Durante el juicio, Jodi Arias recurrió a construir una imagen angelical: anteojos, miradas lánguidas y modulaba sus frases con voz suave y melosa. En su larguísimo, e inédito testimonio para un juicio de este tipo, dijo que fue violentamente golpeada por sus padres desde los 7 años. Y, por supuesto, se dedicó a hablar pestes de Travis alegando que era violento con ella y que consumía pornografía infantil. Aportó llamadas telefónicas entre ambos de contenido sexual, donde hablaban de sexo anal y prácticas sadomasoquistas. En una de ellas Travis le decía que quería atarla a un árbol y sodomizarla. Y aprovechó para explicar por qué, al comienzo, no tenían sexo vaginal. Eso infringía las normas mormonas. Sostuvo que el sexo anal le había resultado muy doloroso. Jodi quería demostrar como fuera que él no seguía las doctrinas de su estricta religión. Desacreditarlo, para sacarlo del papel de víctima y convertirlo en victimario.
Pero lo cierto fue que los peritos informáticos no detectaron en la computadora de Travis Alexander ningún material pornográfico.
Los fiscales no se quedaron atrás: pintaron a una mujer cruel y simuladora que llegó al colmo de dejar mensajes de amor en el buzón de voz de su ex novio luego de haberse manchado las manos con su sangre.
No había dudas sobre quién había asesinado a Travis. Lo que quería el fiscal era probar la premeditación. El arma robada en la casa de la abuela (del mismo calibre que la caja y el casquillo hallados en la escena) era buena prueba de ello.
Jodi Arias está recluida en la prisión estatal de mujeres de Perryville, en Goodyear, Arizona. En la cárcel pidió juguetes sexuales, un diccionario, acondicionador con extracto de aceite de oliva, vitamina E y un shampoo
Un extracto de lo que dijo Jodi interrogada por su propio abogado defensor:
Kirk Nurmi: -¿Usted mató a Travis Alexander el 4 de junio de 2008?
Jodi: -Sí, lo hice.
Kirk Nurmi: -¿Por qué?
Jodi: -La respuesta más simple es que él me atacó y yo me defendí.
En otro momento cuenta:
Jodi: -Le estoy sacando fotos. Estamos haciendo diferentes poses y cuando fui a borrarlas, al mover la cámara, se me cayó de la mano.
Kirk Nurmi: -¿Y qué pasó cuando se le cayó la cámara?
Jodi: Travis enloqueció y salió de la ducha, me levantó en el aire y me golpeó (…) Yo recordé dónde guardaba un arma así que la agarré. Él me estaba persiguiendo. Me di vuelta en el medio del baño y le apunté con mis dos manos. Yo pensé que eso lo detendría. Pero él siguió corriéndome y yo no pensé que estaba sosteniendo el gatillo, solo lo apuntaba. Ni siquiera me di cuenta de que le disparé. Solo me alejé y él dijo: “Te voy a matar…”.
Kirk Nurmi: -Después de eso, ¿qué es lo que recuerda?
Jodi: -Casi nada.
Kirk Nurmi: -¿Recuerda haber apuñalado a Travis Alexander?
Jodi (llorando): -No recuerdo haberlo apuñalado.
Kirk Nurmi: -¿Recuerda haberlo arrastrado por el pasillo?
Jodi: -No… solo recuerdo gritar. No recuerdo nada más después de eso.
Los familiares de Travis tuvieron que soportar ver las terribles fotos de él muerto en un proyector.
Así son los juicios.
0 seconds of 2 minutes, 6 secondsVolume 0%Entrevista policial a Jodi Arias
Pedido de muerte
El psicólogo por la defensa apuntó a que ella padecía Trastorno de Estrés Postraumático. Psicólogos y peritos de parte se cruzaron con sus opiniones. No estaban del todo de acuerdo en las patologías posibles de Jodi.
El forense Kevin Horn testificó en el juicio contra ella y dijo que tanto la vena yugular, como la arteria carótida y la tráquea de Travis Alexander habían sido cercenadas. El ataque había sido feroz y la víctima estaba casi decapitada. Horn siguió explicando las heridas defensivas en sus manos y que las heridas de la espalda eran casi superficiales. El disparo, según él, había sido post mortem. La neuropsicóloga forense Jill Hayes apoyó la teoría de la acusación.
El 8 de mayo de 2013, luego de 15 horas de deliberación, los doce miembros del jurado la hallaron culpable de homicidio en primer grado. Pero no pudieron ponerse de acuerdo si merecía o no la pena de muerte. Esto estancó la cosa.
Los abogados defensores de Jodi sostuvieron que la adrenalina que corría por el cuerpo de Travis debía haberle impedido sentir mucho dolor durante su muerte. El fiscal Martínez insistió: mostró las fotos del cuerpo y la escena. Luego dispuso de dos minutos de silencio para ejemplificar cuánto le llevó a Travis dejar de respirar antes de morir. La fiscalía le pidió a los jurados que el asesinato fuera declarado “cruel, atroz y depravado” para que pudiera contemplarse la posibilidad de la condena a muerte.
El 15 de mayo el jurado determinó que la acusada podía ser pasible de pena de muerte.
La acusada dio por esas semanas varios reportajes en los que se mostraba más preocupada por su aspecto, su pelo, su maquillaje y su ropa que por la posibilidad de que la condenaran a la pena capital. Aseveró desafiante que en todo caso prefería morir a vivir encerrada. Se retractaría con desesperación pocos días después.
El 21 de mayo Jodi Arias habló una vez más en el estrado y le pidió al jurado no ser condenada a muerte. Había recapacitado en su deseo, dijo, para evitar más dolor a su familia.
Dos días después, el 23, el jurado otra vez no pudo ponerse de acuerdo. Eran 8 a 4 en favor de la pena de muerte. Eso llevó a la anulación del juicio.
Tres millones de mentiras
Fue ese mismo año 2013 que el medio Huffpost dio a conocer el interrogatorio que la policía había hecho a los padres de Jodi Arias. Sandy, su madre, refirió: “Jodi tiene problemas mentales. Ella puede entrar en pánico y brotarse en cualquier momento”. William, su padre, agregó que Jodi era “una persona extraña cuando dejó nuestra casa (…) podría ser bipolar”.
La acusada, en su afán por defenderse, había dicho barbaridades sobre sus progenitores, como por ejemplo que su madre llevaba siempre consigo un cucharón grande de madera para golpearla, pero ya nada importaba.
Sandy reconoció en una entrevista que los hermanos de Jodi habían tomado lo ocurrido con ella de maneras muy diferentes. Según ella, la que más había sufrido era su hija Ángela, por todo lo que le decían otros chicos de su edad y, además, era la más pegada (y manipulada podríamos pensar) por Jodi. Carl, el que había sido su compañero de juegos, era en cambio el más enojado con la situación y tomó una posición enérgica: Jodi era responsable de sus acciones y debía hacerse cargo. Joey, muy lejano en edad y el que menos había convivido con Jodi, fue más contemplativo con su hermana mayor.
El 13 de abril del 2015, la jueza la condenó a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional antes de cumplir 25 años de prisión efectiva (David Wallace-USA TODAY NETWORK/Sipa USA – Grosby)
Castigo sin olvido
El 21 de octubre de 2014 comenzó un nuevo juicio de sentencia contra Jodi Arias. El 5 de marzo de 2015, después de 26 horas, el jurado no logró emitir un veredicto unánime: estaban 11 a 1 a favor de la pena de muerte. Ese uno que simpatizaba con Jodi Arias, le salvó la vida. Decidieron entonces eliminar la posibilidad de la pena capital para allanar el camino a la sentencia.
La juez Sherry Stephens, el 13 de abril del 2015, la condenó a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional antes de cumplir 25 años de prisión efectiva. Para entonces el Estado ya llevaba gastados en el juicio a Jodi Arias más de tres millones de dólares. En junio de ese año se ordenó a la convicta pagar 32 mil dólares a las hermanas de Travis Alexander.
Desde entonces está recluida en la prisión estatal de mujeres de Perryville, en Goodyear, Arizona. Desde donde sigue operando intensamente para obtener una libertad anticipada.
En estos años presa tuvo alguna sanción disciplinaria por enfrentar a una guardia y generó polémica mediática cuando se divulgaron las listas de sus pedidos de compras en la cárcel. Ese listado incluía diez tipos diferentes de juguetes sexuales, una crema para hongos, una crema para las hemorroides, cremas para el acné facial; acondicionador con extracto de aceite de oliva para su pelo, vitamina E y shampoo aclarante. Para comer también pedía cosas llamativas: sardinas, pistachos, almendras, copos de salmón y una panceta especial.
El amor también se le dio en la cárcel. Se le adjudicaron romances y tríos con mujeres y tuvo novios que daban entrevistas. Bryan Carr fue el primero de ellos y quien dijo a los medios que ella era la persona “más bella que podía haber encontrado”. Benjamin Ernst es con quien salió en 2016 y luego hasta 2019 de manera intermitente. Ernst no era precisamente una joyita: tenía otra novia y varios cargos menores por manejar alcoholizado. Se dice que ella quiso quedar embarazada de él. Una estrategia más de su mente manipuladora.
Una compañera de celda suya reveló que lo que Jodi siempre quiso en realidad es ser famosa y escribir un libro contando el crimen. La atención que suele darle la prensa con cada paso que da cubre su costado vanidoso. Porque con la asesina tras las rejas, la atracción que despertó el caso, continuó alimentando documentales, series, podcasts y libros. La película Dirty Little Secret (Pequeño secreto sucio) tuvo bastante éxito. El año pasado se emitió Bad Behind Bars (El mal tras las rejas). Todo esto junto a las portadas de los medios podría halagarla. Su ego obtuvo un premio más: en la cárcel ganó una cena navideña en un concurso de talentos interno cantando O holy night. No canta nada mal. En la actualidad trabaja como ayudante en la librería de la prisión.
Los familiares de Travis Alexander optaron por no hablar en los medios. Menos que menos quieren oír hablar de ella. Ellos saben que Jodi Arias es una perfecta farsante, una actriz sorprendente y que fue Travis la víctima de violencia doméstica. Es inútil porque, cada tanto, la prensa la resucita detrás de las rejas con esa imagen perturbadoramente angelical para satisfacer el morbo público.
En 2018 Jodi Arias apeló para intentar dar vuelta su sentencia alegando que no había tenido un juicio justo. En 2019 insistió apuntando hacia el fiscal Martínez y diciendo que había actuado mal durante el juicio. En marzo del 2020 la corte desestimó el tema. Jodi no ceja en su intento de manejar la realidad.
La joven que en 2008 rompió el primer mandamiento del ser humano, “no matar”, arremete ciegamente para obtener lo que desea. Consiguió esquivar a la pena de muerte y, ahora, su objetivo es volver cuanto antes al mundo libre. Pero, para su pesar, todavía muchos recuerdan que es una persona inteligente y sin empatía, capaz de elaborar un plan, de infligir dolor y muerte al tiempo que simula dulzura.
Porque la verdadera naturaleza endemoniada de su alma quedó al desnudo por una simple casualidad del destino. Un clic accidental de su cámara profesional traicionera la retrató fielmente: con sus pies al lado de su “amado” en la peor agonía.
Fuente: Infobae
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