En la última presentación pública de Nicolae Ceaușescu, una multitud lo aplaudía automáticamente. Las filas de adelante traían los clásicos estandartes del régimen y del partido comunista. Sin embargo, a nadie le importaba realmente lo que tenía que decir. Ni los que comenzaron a silbarlo (hecho que dictaminaría el principio del final) ni los que lo festejaban. Las tomas cercanas de la televisión de aquella jornada de 1989 dejaban en evidencia que, en el fondo, nadie creía ni en él ni en lo que decía.
Cuando Nicolás Maduro le declaró la guerra al chat de WhatsApp, y un grupo de seguidores lo aplaudió automáticamente, me di cuenta de dos cosas: la desconexión es total, incluso con respecto a sus partidarios y, absolutamente nadie iba a eliminar la plataforma de su teléfono, como pedía el dictador.
Sin embargo, un insólito pero predecible hecho televisivo, dejó en evidencia que ni los más acérrimos defensores del régimen siguen o creen los delirios de Maduro. Ni los que les aplauden y festejan.
Cuando un cronista televisivo le preguntó a un chavista qué pensaba sobre el mandato de Maduro, él respondió como el autómata ideal. Dijo que había que dejar de usar el WhatsApp hasta que “el presidente” vuelva a permitir su utilización. Instantes después ocurrió lo divertido e inevitable.
Su teléfono celular sonó y el chavista atendió. La llamada llegó, justamente, desde la aplicación de WhatsApp. Es decir, aunque predicaba por televisión la guerra contra el chat, dejó en evidencia que lo seguía haciendo.
Lógicamente, el registro televisivo generó carcajadas entre la platea opositora y fue festejado en todo el mundo, pero, más allá de la contradicción, el hecho releva el nivel de decadencia al que ha llegado la dictadura chavista. Aunque era absolutamente claro, ya no quedan dudas que ni los propios lo toman en serio a Maduro.
Esto, que a simple vista es motivo de festejo para todos los que ansiamos ver prontamente la caída del régimen, no es más que un argumento más a favor en la discusión internacional sobre lo que sucede en Venezuela. Cabe recordar que, desde hace décadas, muchos de los que viajaron a Cuba corroboraron que, cuando las personas se sienten en confianza, reconocen que ninguno de ellos cree en la llamada “revolución”, a la que tienen que defender en público por temor a represalias.
Lo importante es que el régimen chavista pierda toda la credibilidad, para ver si se logra evitar la instauración de una dictadura de partido único, como ocurre en la isla. Pero, por lo pronto, estos episodios al menos dejan en evidencia las mentiras de los mercenarios del régimen alrededor del mundo que siguen defendiendo las estupideces que dice Maduro, que ni los propios chavistas creen.
Fuente: panampost.com (Marcelo Duclos)
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