El fundador del grupo Wagner, Yevgeny Prigozhin, ya está en Bielorrusia para iniciar su exilio, luego de su fallida rebelión contra su anterior mentor: el presidente ruso Vladimir Putin.
La presencia del controvertido empresario en territorio bielorruso ha sido confirmada tanto por las autoridades de Minsk como por las de Moscú.
Sin embargo, no son pocos los que se preguntan por qué el líder del país, Alexander Lukashenko, ha aceptado acoger al nuevo enemigodel que es su mayor aliado.
A primera vista la decisión podría lucir contradictoria, pues Lukashenko ha asumido en los últimos años un papel de socio activo de Putin.
Así ha quedado en claro durante la invasión de Ucrania, donde, por acción u omisión, ha servido a los intereses del Kremlin.
No obstante, una revisión más a profundidad parece indicar que no hay contradicciones en la actitud del líder bielorruso sino un sutil ejercicio de malabarismo.
Negociaciones directas
Lukashenko, quien en julio cumplirá tres décadas gobernando ininterrumpidamente Bielorrusia, jugó un papel clave en la resolución de la crisis político militar desatada el pasado fin de semana por Prigozhin en Rusia.
El pasado 24 de junio, el mundo fue sorprendido con la noticia de que el jefe del Grupo Wagner tomó con sus hombres la ciudad de Rostov del Don (cerca de la frontera con Ucrania) y luego les ordenó avanzar sobre Moscú.
La llamada “marcha de la justicia”, como la denominó Prigozhin, estaba dirigida contra elalto mando militar ruso, a quienes responsabiliza de la mala campaña de Rusia en Ucrania y acusa, incluso, de atacar a los mercenarios de Wagner.
No obstante, Putin denunció que la acción era un intento de golpe de Estado, dijo que los organizadores del levantamiento serían “llevados a la justicia” y añadió que su antiguo aliado (a quien no mencionó por su nombre) apuñaló a Rusia por la espalda.
Cuando los mercenarios estaban a unos 200 kilómetros de la capital rusa, a la cual avanzaron sin casi oposición, frenaron y dieron marcha atrás.
Los medios rusos y bielorrusos atribuyeron el giro de 180 grados a las negociaciones directas que Lukashenko mantuvo telefónicamente con Prigozhin, con el visto bueno de Putin.
Este visto bueno se extendería a la estancia de Prigozhin en Bielorrusia, con lo que Putin cumpliría al pie de la letra el antiguo adagio de “ten a tus amigos cerca, pero a tus enemigos más cerca”.
“Como un insecto”
Este martes en Minsk, el mandatario bielorruso reveló en un acto con oficiales de su ejército cuál fue su rol durante la crisis rusa:
“Le sugerí a Putin que no se apresurara. Le dije: ‘Hablemos con Prigozhin y sus comandantes’”.
En ese mismo evento, relató que conversó en varias ocasiones con el líder de los alzados, de quien dijo al principio estaba en estado de histeria por lo fácil que le estaba resultando acercarse a Moscú.
“Te digo que a mitad del camino serás aplastado como un insecto“, aseveró Lukashenko que le dijo a Prigozhin, en tono de advertencia.
Los términos íntegros del acuerdo todavía se desconocen.
Sin embargo, el desarrollo de los acontecimientos ha probado, hasta ahora, que Prigozhin aceptó poner fin a su revuelta, pese a no conseguir sus objetivos (las cabezas de los generales que pedía y la autonomía de Wagner), a cambio de que él y a los suyos se libraran de los “contundentes” castigos prometidos por el Kremlin.
Esta no es la primera vez que Lukashenko despliega dotes de mediador. En 2014 medió entre Moscú y Kyiv para conseguir un alto al fuego en la región ucraniana de Donbás, que luego no se cumplió.
El académico ruso Mark Galeotti aseveró a la BBC que el líder bielorruso ha probado ser un intermediario útil para Putin.
Ante un escenario de guerra civil en Rusia, su actuación tuvo mucho de autopreservación.
“Si Rusia se derrumba, quedaremos bajo los escombros y moriremos todos”, admitió el martes el mandatario de Bielorrusia.
Saldando una deuda
Putin le brindó a Lukashenko un inestimable respaldotras su cuestionada reelección en 2020.
Los resultados de las presidenciales de hace tres años provocaron una ola de protestas que fue duramente reprimida por las autoridades y provocaron que la comunidad internacional volviera a imponerle sanciones al gobierno de Minsk.
El Kremlin salió al auxilio de su aliado, ofreciendo apoyar a sus fuerzas de seguridad frente a los manifestantes y proporcionando un préstamo de emergencia de 1.500 millones de dólares.
“Lukashenko quemó sus puentes con Occidente y se aisló de su propia gente”, afirmó Nigel Gould-Davies, exembajador de Reino Unido en Bielorrusia y quien ahora es miembro del grupo de expertos del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos.
“Esto lo hizo aún más dependiente de Rusia”, agregó el experto.
Haciendo malabares
Con su actuación Lukashenko podría recuperar cierta autonomía frente a Moscú, en particular en lo que se refiere a la invasión a Ucrania.
La sumisión del líder bielorruso al hombre fuerte del Kremlin explica su tácito respaldo a las acciones de este último en contra de Kyiv.
Rusia y Bielorrusia realizaron ejercicios militares conjuntos cerca de la frontera con Ucrania en febrero de 2022, solo unos días antes de la invasión. Y en 2021, Bielorrusia firmó un tratado de seguridad con su vecino que le permite a este último estacionar tropas rusas allí.
“Putin debe haber ejercido mucha presión, porque Lukashenko siempre se había negado a albergar a las fuerzas rusas antes“, apuntó Emily Ferris, del analista del Royal United Services Institute de Reino Unido.
Cuando el Kremlin anunció su “operación especial” contra Ucrania, unos 30.000 de soldados rusos estacionados en Bielorrusia salieron con destino a Kyiv.
En los meses siguientes Lukashenko no solo permitió a Moscú que usara sus bases aéreas y disparara desde su territorio misiles contra Ucrania, sino que cambió el estatus de país neutral y no nuclear de Bielorrusia, para así acoger armas atómicas tácticas rusas.
Sin embargo, hasta ahora el líder bielorruso ha evitado con éxito cruzar una línea roja: enviar a sus soldados a luchar en Ucrania.
“(Lukashenko) está haciendo todo lo posible por no verse involucrado en la guerra”, dijo a la BBC Oleg Ignatov, del grupo de expertos International Crisis Group.
“Esta puede ser la última pizca de legitimidad que le queda”, agregó el analista.
Fuente: BBC News Mundo
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