El pelo largo y rubio le cae por la espalda. Sus ojos están delineados en celeste, un toque personal que nunca puede faltar para resaltar sus pestañas postizas y sus lentes de contacto. Luce ropa color rosa chicle, que parece parte del vestuario de la película de Barbie que se estrena hoy en cines de la Argentina, y tacos altos del mismo color, por supuesto.
Sentada en su segundo vestidor color rosa, con decoraciones doradas y un candelabro rosa que cuelga del techo y le ilumina la cara, la “Barbie humana argentina” cuenta en diálogo con LA NACION la historia de una persona que vive en un mundo de plástico en Hollywood, pero que es de carne y hueso.
Marcela Iglesias es su nombre. A simple vista parece una auténtica muñeca salida de la fábrica de juguetes Mattel, pero detrás de su cabellera dorada, su figura de reloj de arena y sus ojos grandes se encuentra esa chica que a los 20 años dejó el barrio porteño de Saavedra para mudarse a Los Ángeles en busca de su vida soñada.
Desde chica, Marcela se sintió diferente. Su estilo único se manifestaba de forma llamativa en la ropa que usaba y los lugares que frecuentaba. Su armario estaba repleto de catsuits, prendas con brillos, animal print y transparencias. Sus noches de baile las pasaba en boliches LGBTQ, en vez de ir a las fiestas de sus compañeras de clase porque en esos lugares las personas se producían como ella.
“Yo sabía que mi destino no estaba en Argentina. Mi cabeza la tenía en Estados Unidos, porque seguía mucho las temáticas de las películas”, expresó la mujer que estudió producción de radio en ETER.
Luego de trabajar tres años para una empresa de baterías, juntó 3000 dólares y dejó la decisión más definitoria de su vida en manos de una moneda: si era cara, se iban a Miami; si tocaba seca, a Los Ángeles.
“Tiramos la moneda al aire con mi amiga de la facultad y salió seca”, recordó. “Allá fuimos y acá estoy”, agregó. Sin querer queriendo, su historia comenzó a escribirse en el mismo lugar que la de la famosa muñeca Barbie, ideada en un garaje en California y presentada en el mercado por primera vez en 1959.
Aunque Barbie hoy causa furor en muchos jóvenes, cuando fue lanzada en la Feria del Juguete de Nueva York a gran parte del público no le pareció “correcta” la idea de una muñeca que tuviera las características de una mujer adulta. Los padres consideraban que no era un juguete apto para niños, porque su esbelta figura y sus pechos la convertían en un juguete sexualizado. Este mismo pensamiento sostuvo la madre de Marcela durante toda la infancia de su hija, quien deseaba con mucho anhelo tener una Barbie, que nunca llegó. Tuvo que conformarse con jugar con bebotes o muñecas de trapo.
“Mi mamá me daba todos los gustos porque yo soy hija única y vengo de una clase media. Nunca me faltó nada, tuve una infancia muy buena, pero hay dos cosas que no me compró: una Barbie y un Pequeño Pony. Yo veía que todas mis amigas jugaban con las Barbies y yo no tenía, y eso me marcó. Cuando me decís no a algo, yo voy y lo hago por más”, sentenció.
Durante una década, Marcela estuvo de manera ilegal en el país americano y se ganó la vida como pudo: trabajó de extra en distintas producciones de cine, atendió mesas en un restaurante argentino y cuidó niños, entre muchos otros empleos.
Sufrió violencia de parte de su primer marido, con quien tuvo su único hijo. La golpiza fue brutal y no solo la afectó a nivel emocional, sino también físico. “Los centros de ayuda de Estados Unidos son muy buenos y nos ayudaron mucho. Con mi hijo fuimos a terapia y dio la casualidad que la psicóloga era argentina”, destacó, y se mostró muy agradecida ya que también la ayudaron a pagar el alquiler para poder mudarse. Luego de aquel episodio, el gobierno norteamericano le otorgó una visa especial por ser víctima de violencia de género.
El camino para llegar a su mundo de fantasía y vivir la vida en color rosa, literalmente, no fue sencillo. Sus padres vendieron su casa en Argentina y se mudaron a Los Ángeles para poder estar junto a ella y ayudarla con la crianza de su hijo. “Para mi mamá era como un segundo hijo porque yo era hija única y ella fue abuela muy joven. Gracias a Dios yo tuve ese apoyo que es impagable”, reconoció emocionada.
Fue entonces cuando comenzó a expresar con su cuerpo todo lo que había querido ser y hacer de chica, poder jugar con muñecas y disfrazarse, y así intercaló su vida real con este mundo de fantasía, según expresó.
Su guardarropas se llenó con trajes de color chicle, comenzó a adquirir pelucas platinadas y lentes de contacto azules, y a utilizar corsets de diseño que reducen su cintura a 45 centímetros, tan solo cuatro más que la Barbie original en escala humana.
En 2009 encontró a su Ken, su segundo esposo, llamado Steven Berman. Lo conoció a través de la aplicación MySpace y rápidamente conectaron ya que ambos comparten una pasión por la transformación física.
Steven pasó por varias cirugías, incluyendo mentón, cuello, implantes capilares, botox y rellenos. Los medios de comunicación los bautizaron como Barbie y Ken. Por supuesto, la boda de la pareja más conocida en el mundo Mattel fue transmitida en un reality show del canal Home & Health en 2013, cumpliendo así el sueño de Marcela de tener su boda televisada.
A diferencia de su Ken, y a pesar de su apariencia, la Barbie humana argentina tiene un profundo temor a las cirugías estéticas. En su lugar, recurre a técnicas de maquillaje, extensiones de cabello, pestañas postizas, vestidos de látex y tacos con mucha altura para lograr la ilusión y el brillo sintético característicos de la muñeca articulada.
Presenció el sufrimiento de compañeros que sufrieron complicaciones graves en operaciones estéticas, por eso su única cirugía hasta la fecha fue el aumento de sus pechos, según admite.
Una casa de muñecos humanos
En 2016 creó su propia casa de muñecos humanos llamada “The Plastics of Hollywood”, donde reunió a personas que se modificaron de pies a cabeza para convertirse en sus propias fantasías: elfos, aliens, personajes de El Señor de los Anillos y de Marvel desfilaron por “la casa de plástico”.
Su idea fue mostrar por qué estas personas se hacían estas cirugías, contar la historia de cada uno que tenía el deseo de ser una especie de muñeco humano.
“Una mujer que jugaba con muñecos, pero muñecos humanos; gente que se parece a las Barbies, a los Kens, a criaturas fantásticas y que se modificó para lograr ese objetivo”, dijo, sobre lo que le llamó la atención a distintos medios y las redes sociales.
En un principio a su madre le costó entender la razón de todo esto, pero luego se acostumbró a ver a todas esas personas “jugando” en la casa de plástico. “Todos los personajes que desfilaron por mi casa, cada uno de ellos tiene una historia maravillosa. Le di espacio a cada uno de ellos, un lugar para que puedan contar por qué hicieron lo que hicieron”, describió.
Cuando la prensa descubrió su mundo, la denominó como “la Barbie humana que tiene muñecos humanos y que juega a la casa de plástico”.
“Yo siempre separo a Marcela Iglesias de la Barbie humana. No me siento una muñeca ni nací en la fábrica de Mattel”, aclara.
“Ahora hay Barbies de todos los tamaños, de todos los colores, de todas la nacionalidades y todas las profesiones. También está la Barbie transgénero. Todo el mundo se puede sentir identificado con la muñeca Barbie”, opinó. Y diferenció: “Cuando yo era chica tenía solamente una estética, un color, en aquel entonces solo existía un ideal de belleza. Hoy en día la diversificación que Mattel ha creado con la muñeca hace que todo el mundo pueda pensar que sí, que hay posibilidades”.
“Cada uno tiene su lugar y puede brillar siendo y luciendo de cualquier manera”, remarcó la mujer, quien dice que su edad es un misterio y prefiere que lo siga siendo.
En 2018, Marcela pudo viajar a Buenos Aires y luego volvió reiteradas veces junto a su hijo, quien nunca había conocido la ciudad de su madre. Aunque su visita fue fugaz, durante su estadía en el país recibió un reconocimiento inimaginado: la llamaron de la radio, de la televisión y la entrevistaron en distintos medios.
En 2022, participó en el popular reality show “Rica famosa latina” y allí compartió la pantalla chica junto a su hijo Rodrigo, que hoy tiene 22 años. Actualmente, cuenta con dos canciones: “Human Doll” y “It’s Barbie Bitch”, que están disponibles en todas las plataformas digitales. Le gustaría poder este año participar del Bailando junto a Marcelo Tinelli, además de otros proyectos que quiere realizar en Argentina.
Después de muchos años, cuenta con tres muñecos que son sus tesoros más preciados: la Barbie baywatch, el Ken baywatch y la Barbie extra, que se la regaló un fanático.
“Todo lo que más o menos soñé en mi vida, imaginé, proyecté y visualicé, lo pude lograr”, cerró la mujer, quien dice haberse aferrado desde chica al mantra “Todo es posible” de la muñeca Barbie. (DIARIO LA NACION)
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