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El reino político de los mediocres

En ningún otro momento como en este tiempo de elecciones se hacen evidentes todos los ritmos y notas que dan cuenta de lo sublime y de lo canalla de los discursos de quienes, para sentirse por encima de los otros, deciden candidatizarse para la presidencia del país

Entonces, desde su vacuidad, experimentan la existencial necesidad de utilizar todos los calificativos denigrantes del diccionario y, sobre todo, el inconfundible y basto léxico del bajo mundo. 

En tiempo de elecciones, sobre todo, es el tiempo en el que todos y cada uno de los candidatos, de pronto, súbitamente, se sienten invadidos por dos grandes y estupendas virtudes; la de la sabiduría, primero y, luego, la de la crítica soez e incluso infame a quien deja el poder.

Es infame, pero cierto: entre los candidatos a la presidencia de la república y a la Asamblea no faltan quienes apenas si saben leer y escribir. Quienes jamás han leído un libro. Quienes jamás han escrito media página. 

¿Para qué se necesita haber leído para no más de gritar cualquier estupidez o alzar la mano y ayudar a aprobar cualquier infamia? Nuestra política está hecha también con eminentemente cantinflesco. Una política hecha con los principios más elementales de la democracia.

Entonces, al candidato a presidente de la república del Ecuador no se le exige nada más que saber leer y escribir. ¿Estudios universitarios? ¿Formación sociológica y política? ¿Haber pasado por lo menos por toda la educación secundaria? No, nada de eso que redunda en la lógica de la mediocridad- mente, redunda en el universo de la suma mediocridad

¿Cómo puede sentirse orgullosamente capacitado para ser presidente quien no posee limpias las hojas del libro de la honorabilidad? El saber es, primero y ante todo, un asunto de ética.  Comienza y se sostiene En el hecho de poseer las manos limpias. 

La honorabilidad no corresponde a un discurso sino a un estilo de vida. Y es esta honorabilidad la que debería ser la primera y fundamental cualidad de un candidato. Pero, por desgracia, no es así.

Imposible olvidar a aquel que fungía de presidente-dictador y que, orgulloso de haber, supuestamente, estudiado en universidades norteamericanas, se propuso hablar en inglés sobre nuestro país a los estudiantes de una universidad de los Estados Unidos. El fiasco fue grade y vergonzoso. Los estudiantes se retiraron y dejaron sin auditorio a ese mediocre conferencista.  

Esto constituye parte de esa ignominia que nos rodea. Cualquiera se ofrece a ser presidente del país como si se tratase de una realidad eminentemente lúdica. Nadie exige severas condiciones. Nadie exige honorabilidad y preparación. Al revés, tanto los infames como los faltos de saberes se convierten en los candidatos más codiciados en un país que crece en la orfandad ética y política. (RODRIGO TENORIO – PLAN V)

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