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Correa, el burro hablando de orejas

Con un antecedente tan descomunal de plagio como el de la tesis de grado de Jorge Glas, resulta inverosímil que Rafael Correa y su corte estén tan montados en un rabioso operativo para destituir a la fiscal Diana Salazar, acusándola de haber copiado la suya. Únicamente una urgencia desesperada por sacarla del cargo o un estado de enajenación mental extrema pueden explicar un frenetismo como éste, cuando se tiene tamaña cruz sobre la espalda.

¿Con qué legitimidad moral Correa y los suyos insisten en la acusación contra Salazar cuando la tesis de su referente político tiene un copy paste del Rincón del Vago de 79 páginas? ¿Con qué cara hacen un reclamo tan obsesivo si todo un capítulo de la tesis de Glas fue sacado textualmente, con puntos y comas, de un trabajo que estaba colgado en ese sitio que usaban estudiantes de medio pelo que querían ahorrarse la investigación?  Es como si Pablo Escobar hubiera hecho una campaña para tildar de narcotraficantes a sus adversarios del cartel de Cali o que el emperador romano Nerón hubiera acusado de pirómano a Séneca.

La intensidad del operativo del correísmo en contra de la Fiscal es demencial.  Luego de que la Universidad Central publicó un informe hecho por una comisión especializada en el que se dice que no hubo fraude, el ímpetu del ataque aumentó: Correa se enfrascó inmediatamente en un patológico desate de ataques como si el mundo se le fuera a acabar. El periodista Roberto Aguilar en Expreso se dio el trabajo de examinar la actividad del ex Presidente en Twitter y esto es lo que escribió: “Empezó poco después de las ocho y media de la mañana y no paró de tuitear nerviosamente sobre el tema de la fiscal cada cinco, cada 15, cada 30 minutos, con una vehemencia compulsiva que le duró todo el día y durante la cual está claro que no soltó el teléfono ni para ir al baño. (…) Al mediodía, Rafael Correa había escrito 14 mensajes contra la fiscal y el Consejo Universitario sin contar con lo que compartió, entre otros tantos, sobre temas diferentes. En las siguientes 24 horas llegaría a enviar 132 tuits, de los cuales 68 eran contra la fiscal”.

A Correa lo acompañaron en su desenfreno cientos de auto proclamados borregos en redes sociales y  radios correístas como Pichincha que es financiada con fondos públicos y La Calle, propiedad de uno de los más altos funcionarios de la administración municipal de Pabel Muñoz.  Lo cumbre fue la decisión del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, Cpccs, presidido por uno de los más consecuentes fanáticos del caudillo prófugo, Alembert Vera. Como el tema del plagio perdió fuerza con el informe de la Central, éste organismo ingresó en Fiscalía una denuncia en contra de Salazar esta vez por tráfico de influencias. Poco antes, el correísmo había anunciado que tres catedráticos españoles (todos filo chavistas y filo podemitas) van a hacer un análisis de la tesis. A esta saga se le podría añadir, además, los vanos esfuerzos desplegados por el lunático Willmán Terán en el Consejo de la Judicatura.

Si no fuera por el grosero antecedente de Glas, el frenesí del operativo pudiera guardar ciertas formas de decoro. Pero con ese caso en su historia, se hace evidente que la motivación es puntual y urgente. ¿Sacar a Salazar para que no haya oposición de la Fiscalía a un recurso de revisión ante la Corte Nacional de Justicia en el caso Sobornos que tiene a Correa por los tejados? ¿Evitar el nuevo juicio en contra de Glas que la Fiscalía ha iniciado por el presunto peculado en la reconstrucción de Manabí? O es algo así de urgente y desesperado o todo se resume a una perversa enajenación mental. 

El tema del plagio de Glas no es poca cosa: apareció a finales de 2012 durante la campaña electoral en la que era candidato a la Vicepresidencia en fórmula con Correa, que pretendía ser reelegido. Correa siempre negó las acusaciones y dijo que eran parte de un “linchamiento mediático”. La Espol finalmente publicó un informe reconociendo el uso indebido de textos sin comillas ni referencias bibliográficas. Además, decía que el capítulo plagiado era irrelevante por ser “tan solo” el marco teórico y pedía que Glas hiciera una disculpa pública a ese centro de estudios de Guayaquil. El informe fue (aquí viene lo insólito) publicado al día siguiente de la posesión del cargo, el 25 de mayo de 2013. A pesar de que era evidente que la Espol había tratado de ayudar en la mayor medida a su ex alumno y a los intereses de quien en ese entonces era el mandamás en el país, el informe contenía afirmaciones comprometedoras. De las 162 páginas de la tesis, la Espol concluyó que “79 páginas son irrelevantes y su lectura debería ser omitida”. Curiosamente, esas 70 páginas corresponden al marco teórico de la tesis, copiado literalmente de un trabajo hecho en México por un autor desconocido.

El escándalo de la tesis de Glas volvió a aparecer en 2017 con el estallido del escándalo de Odebrecht en el que Glas fue hallado culpable de corrupción. Dentro de las evidencias del caso, la Fiscalía publicó una serie de correos electrónicos en los que se evidenciaba que Ricardo Rivera, tío de Glas y profundamente corrupto, había coordinado con la comisión evaluadora de la Espol las medidas necesarios para “resolver el escándalo” y dejar bien parado a Glas. En la correspondencia entre Rivera, Glas y las autoridades de la Espol se evidencia que entre las facilidades que se prestaron a Glas durante la investigación estuvo una sui géneris explicación legal según la cual al ser la tesis un informe técnico, no requería del marco teórico que había sido plagiado en su totalidad. En otras palabras, como el tema era técnico, haber copiado el marco teórico no era tan grave.

Cualquiera que sea el motivo que explica este operativo bestial en contra de Salazar, lo cierto es que queda en claro que la vergüenza y la coherencia no es patrimonio del correísmo. Quizá incluso, los correístas han llegado a la triste pero cierta conclusión de que en el Ecuador, para hacer política y conseguir lo que se busca, no es necesario tener sangre en la cara. Por: MARTIN PALLARES

Foto: Twitter de Rafael Correa