Poco después de la medianoche del 6 de septiembre de 2022, Musah Mustafa salió de su choza de techo de paja para hacer sus necesidades y vio cuatro autos que se acercaban a toda velocidad.
Mogyigna es apenas un pueblo. Con solo un puñado de hogares y dos decenas de personas en total, es un punto en medio de una extensión de tierras de cultivo en el norte de Ghana.
Ver autos de día es una rareza, y mucho más por la noche. Musah se escondió detrás de un árbol y observó lo que pasaba.
Cuando vio que hombres armados salían de los autos y se acercaban a las casas, gritó en un intento de despertar a los demás residentes.
Pero antes de que nadie pudiera actuar, los hombres entraron en las chozas y sacaron a la fuerza a cuatro niños, sacando por los brazos y las piernas a una niña de 11 años llamada Fatima de la habitación donde había estado durmiendo con sus abuelos.
Con un arma apuntándole al cuello, la abuela de Fatima, Sana, suplicó a los hombres. No entendía por qué se llevaban a los niños. También se llevaron a dos de los tíos de los pequeños. Sana temía no volver a ver a sus familiares.
A los ojos de los aldeanos de Mogyigna, se había producido un secuestro violento.
Pero esto no era un secuestro.
Oficialmente, se trató de una operación de rescate realizada por agentes de policía del país, en virtud de la Ley de Trata de Personas de Ghana. Los niños fueron transferidos al cuidado de los servicios sociales.
La operación fue instigada por una organización benéfica con sede en Estados Unidos, International Justice Mission (IJM).
Con unos ingresos de alrededor de US$100 millones anuales, durante los últimos dos años, IJM ha sido de las principales organizaciones contra la trata de personas del mundo.
En Reino Unido, IJM asegura que cuenta con el apoyo de casi 300 iglesias, y el año pasado recaudó más de US$280.000 de iglesias y otros donantes para apoyar sus actividades en Ghana.
Pero según una investigación de BBC Africa Eye, un programa de documentales de investigación de la BBC, IJM ha separado a algunos niños de sus familias en casos en los que había poca o ninguna evidencia de trata de personas.
Este enfoque agresivo puede haber sido impulsado, según BBC Africa Eye, por una cultura orientada a lograr objetivos dentro de IJM.
El programa encontró dos casos documentados de operaciones de rescate en las que los niños fueron retirados a la fuerza, de forma traumática e injusta, y los familiares de los pequeños procesados como traficantes de niños. Uno de los casos fue el de Fatima.
En Ghana, IJM se centra en rescatar a niños que han sido traficados para trabajar como esclavos en el lago Volta, uno de los lagos artificiales más grandes del mundo.
Alrededor de 300.000 personas dependen del lago para su sustento, y los niños trabajan en la industria pesquera local bajo diversos grados de explotación: algunos mantienen a sus familias con la pesca, otros son contratados para trabajar con los patrones de los barcos por un salario mínimo o nulo.
Hay muy pocos datos independientes sobre cuán generalizado es el problema del tráfico de niños en el lago Volta.
Un estudio de 2016 realizado por IJM indicó que más de la mitad de todos los niños que trabajaban en el lago eran víctimas de la trata.
En 2015, la organización benéfica comenzó a rescatar a los niños que veían en canoas en el lago, pero en 2018 cambió su estrategia hacia redadas nocturnas en lugares en la costa donde se decía que los niños pasaban la noche.
La incursión de esa noche en el pueblo de Mogyigna fue una de esas misiones. Se denominó Operación Hilltop.
Africa Eye comenzó a investigar a IJM después conocer las dudas que existían sobre su trabajo en Ghana e introdujo a un reportero encubierto en el personal de la organización benéfica.
A medida que se desarrollaba la Operación Hilltop, fueron capaces de monitorear lo que el personal comentaba en un grupo de WhatsApp de IJM.
También tuvieron acceso a los documentos de los servicios sociales relacionados con el caso, lo que dio a Africa Eye una visión sin precedentes de la planificación, ejecución y secuelas de la misión de rescate de IJM.
Esas pruebas muestran que, mientras IJM aseguraba a sus socios tanto en la policía como en los servicios sociales que los cuatro niños habían sido objeto de trata, internamente la organización benéfica había llegado a una conclusión diferente.
Un miembro de los servicios legales de IJM afirmó en un mensaje interno enviado después de la redada que la organización benéfica ya había concluido que “no había elementos de tráfico” en el caso de Fatima y dos de los otros niños secuestrados esa noche en Mogyigna.
Solo uno de los cuatro casos, el primo de Fatima, Mohammed, incluía elementos de tráfico, según el asesor legal, una conclusión que la familia de Mohammed ha puesto en cuestión.
Pero la misión para sacar a los cuatro niños, de entre cinco y 11 años, se llevó a cabo de todos modos porque IJM concluyó que los niños corrían el riesgo de ser utilizados para realizar trabajo infantil, un problema que, aunque grave, no habría ameritado una redada tan agresiva.
Los mensajes internos decían que, como los niños no estaban en la escuela y “trabajaban en horas que la ley establece que no deberían trabajar y eran privados de buena salud, entonces era necesario rescatarlos [ya que estaban] siendo utilizados con fines de trabajo infantil”.
Fatima y los otros tres niños fueron alojados en un albergue asociado a IJM y separados de sus familiares durante más de cuatro meses, hasta que una investigación de los servicios sociales de Ghana concluyó que los niños no habían sido objeto de trata y que deberían ser devueltos a sus familias.
Fatima ahora está de regreso en el pueblo, bajo el cuidado de su abuela Sana, mientras que el padre de Mohammed decidió que el niño debería vivir en otro lugar, al igual que el padre de los otros dos niños.
Cuando Africa Eye visitó Mogyigna, cinco meses después de la redada, los aldeanos aseguraron estar felices por que los niños hubieran sido devueltos, pero dijeron que aún se sentían las secuelas de la Operación Hilltop.
Fatima reconoció que tenía miedo de que el equipo de la BBC hubiera venido a llevársela de nuevo.
“Estaba aterrorizada y comencé a llorar”, confesó la pequeña sobre la noche de la Operación Hilltop. “Pensé que nos iban a llevar para matarnos. No sabíamos a dónde nos llevaban”.
Mientras estaba en el refugio pensó que su “abuela, abuelo y tíos habían muerto”.
“Cuando me llevaron, lloré mucho pensando en mi familia”, agregó.
Los tíos de Fatima, Nantogma Abukari y Sayibu Alhassan, fueron arrestados durante la operación.
Fueron procesados por cargos de tráfico de niños y trabajo infantil, y gastaron todos sus ahorros en asistir a las audiencias judiciales y en la fianza.
Cada viaje al tribunal les costó más de 1.500 cedis ghaneses (US$132), el equivalente a casi dos meses de trabajo.
Los enjuiciamientos son una parte esencial del modelo contra la esclavitud de IJM, ya que la organización benéfica argumenta que sirven como elemento disuasorio.
Documentos judiciales muestran que un abogado de IJM reemplazó al fiscal estatal en una de las audiencias judiciales.
El caso de los tíos finalmente fue abandonado y se limpiaron sus nombres, pero lo sucedido continúa persiguiéndoles.
Cuentan que algunos miembros de su familia ya no les hablan, impulsados por la sospecha de que se habían “confabulado” de alguna manera “con las personas que se llevaron a los niños”.
En respuesta a las consultas de la BBC sobre el caso de Fatima, IJM sostuvo que su misión había logrado reubicar a los cuatro niños con sus padres en un lugar más seguro.
Durante la investigación de Africa Eye sobre la Operación Hilltop, otro rescate problemático llamó la atención.
Una operación de 2019 sacó a dos hermanos de su familia e hizo que la madre de los niños, Mawusi Amlade, fuera condenada a cinco años de prisión por tráfico de menores.
Lo más doloroso de la prisión, aseguró Amlade, fue estar separada de sus hijos, sin saber qué les había pasado.
“No tenía idea de dónde se habían llevado a mis hijos, seguía pensando en ellos más que en cualquier otra cosa”, le confesó a Africa Eye.
Dos años más tarde, en un extraño giro de los acontecimientos, la condena de Amlade fue anulada tras la intervención de otra ONG estadounidense, Sudreau Global Justice Institute, socia de IJM.
Sudreau no solo liberó a Amlade a través de un proceso de apelación, sino que también anunció su caso como un error judicial en una campaña de recaudación de fondos.
En una publicación de Instagram que luego fue eliminada, la cuenta oficial de Sudreau describió a Amlade como una “madre de dos hijos falsamente condenada por un delito grave“.
Cuatro años después, Amlade aún no se ha reunido con sus hijos.
Sudreau manifestó a la BBC que actuó de manera independiente de IJM, a pesar de su colaboración, y que no hubo conflicto de intereses.
En un comunicado, IJM aseguró que la organización “no decide si se persigue un posible caso de trata de niños o si se arresta o procesa a alguna persona por delitos”.
El reportero encubierto de Africa Eye se unió a varias conversaciones que pueden ayudar a explicar qué estaba fallando en una organización benéfica cuya misión es ayudar a los pobres.
En una conversación filmada en secreto, un empleado de alto rango de IJM le dijo al reportero que el personal de IJM necesitaba rescatar a un número determinado de víctimas y asegurar un número determinado de enjuiciamientos cada año.
Otro miembro del personal afirmó que a los empleados de IJM se les negaron aumentos de sueldo o corrían el riesgo de ser despedidos si no alcanzaban estos objetivos.
En otra conversación, el reportero preguntó a un investigador de IJM qué pasaría si el personal de una misión no lograba llevarse a los niños.
“No podemos decir que no obtuvimos ni uno. Necesitamos llevarnos algunos”, respondió el empleado.
Sam Okyere, profesor titular de la Universidad de Bristol que trabajó en el lago Volta en investigaciones de campo sobre operaciones de rescate de niños, revisó las conversaciones grabadas en secreto y expresó su preocupación por la aparente cultura dirigida a lograr objetivos.
Aseguró a la BBC que los trabajos en IJM están bien pagados y son codiciados.
“El miedo a perder un puesto codiciado puede hacer que las personas hagan un esfuerzo adicional para cumplir con los objetivos”, afirma Okyere.
Sobre las denuncias de que trabajan por objetivos, la organización benéfica señaló: “IJM Ghana establece objetivos para evaluar el impacto y de esta manera poder brindar un apoyo más efectivo a las autoridades para detener el tráfico de niños”.
IJM negó que el personal fuera sancionado si no cumplía con los objetivos.
Afirmó que el equipo de la organización benéfica de Ghana estaba “dirigido y atendido por ciudadanos ghaneses que apoyan a las autoridades de Ghana para llevar a los niños traficados a un lugar seguro, ayudar a restaurar el bienestar físico y mental de los sobrevivientes y detener a los responsables de la explotación ilegal de niños”.
Y agregaron: “Nuestro enfoque siempre tiene como centro el bienestar del niño. Las 76 operaciones que IJM Ghana ha apoyado han llevado a que cientos de niños sean rescatados por las autoridades ghanesas”.
IJM ha sacado varios videos promocionales sobre su trabajo en Ghana. En uno de ellos, unos actores interpretan el emotivo momento en que un niño se reencuentra con su abuelo después de haber sido rescatado del lago. En su material de marketing, la productora que hizo el video dijo que ayudó a recaudar alrededor de US$1,25 millones en donaciones para IJM.
Pero cuando Fatima, una niña real con personas reales que la cuidan, pudo regresar a su pueblo, no hubo tal recibimiento.
El abuelo de Fatima, que había visto cómo hombres armados irrumpían en su casa y se llevaban a su nieta, murió mientras ella estaba en el albergue.
“Mi abuelo era muy cariñoso, nos daba regalos”, señaló Fatima. “Cuando regresé, lloré y me pregunté, ya que mi abuelo nos dejó, dónde lo volveríamos a ver”.
Información adicional de Yahaya Masahudu y Aliaume Leroy.
Fuente: BBC News Mundo
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