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Salazar o como no renunciar a hacer lo correcto

Poner un adjetivo a lo que pasó ayer en la Comisión de Fiscalización de la Legislatura ya resulta innecesario, diría que, hasta necio, porque se trata de comportamientos normalizados, de formas de hacer política, por parte de los impulsores de la agenda de la Revolución Ciudadana (RC), que han mostrado no tener el más mínimo remordimiento, vergüenza o empacho el momento de hacer lo que consideran es su trabajo. Quizá estas acciones, que las presentan como cotidianas, se expliquen porque ellos sí están convencidos de que cualquier medio sirve para lograr su meta (alcanzar la impunidad de sus máximos representantes) y, al parecer, ayer, era ponerle cara a cara a la Fiscal General con un prófugo de la justicia. Un fugado del país, con orden de detención, por acusaciones de realizar actividades vinculadas al crimen organizado, mientras era un militante de la RC y llegó a ser legislador.

Ya Diana Salazar advirtió horas antes de su presentación en la Asamblea Nacional del juego cruel y despiadado de los grupos criminales que, según dijo, buscaban matarla con los mismos sicarios que ejecutaron al excandidato presidencial Fernando Villavicencio. Sin olvidar la constante guerra en redes sociales donde la intentan humillar, desacreditar, debilitar y dañar. O esa persecución que ha tratado de sacarla de cargo, vía juicio político, impugnaciones a su nominación o con sanciones de la Judicatura.

Hoy más que nunca, en la política ecuatoriana, se puede decir que está muy vivo el principio, la idea, la premisa –o como quieran llamarla-, de que hay que ser y parecer. Claro, para algunos, esto significa un comportamiento correcto, ético, que implique, entre otros, el servicio público, en donde las prioridades sea la gente, proteger a las instituciones estatales, trabajar en favor de la democracia y un largo etcétera. Sin embargo, para otros, ha sido y es lo contrario: cómo hago para apoderarme del Estado y romper lo que queda de institucionalidad; dónde más pongo mi voto o mi capacidad de gestión para poner al país de rodillas; cómo interfiero en la justicia para que los amigos –algunos ya declarados delincuentes por sentencia- salgan y de paso cobrarse lo que ellos consideran que les han hecho.

Esta inversión de valores, vieja práctica de populistas, autoritarios e incluso de los mafiosos, es otra de las herramientas más efectivas para confundir a una sociedad. Para intentar que lo bueno, lo positivo, lo correcto, sea cuestionado, criticado, descartado. 

Es por eso por lo que la actuación de Diana Salazar en ese espacio legislativo es más importante aún. Rema a contracorriente y con infinita claridad explica los casos, hace notar las fallas de los legisladores (que tienen asesores legales), contextualiza lo sucedido en los procedimientos y toma decisiones. Sí, la resolución de llamar a declarar a los dos legisladores de la Revolución Ciudadana, que pretendieron que su coideario hable en un espacio que no le corresponde, que quisieron provocar el careo, que procuraron armar un espectáculo, les pasó factura.

La reconstrucción moral del país es la otra gran tarea que tenemos por delante. Por eso no hay que bajar los brazos y guardar silencio. Todo espacio que sirva para recordarlo debe ser valorado, porque no tenemos derecho de dejarles un país así a esos millones de jóvenes que se deberán poner al frente del Ecuador en unos años. (SAUDIA LEVOYER – DIARIO EL COMERCIO) Caricatura: CARLOS ANDRES BAQUERO GARCES